jueves, 20 de enero de 2011

TÉ DE MASCOTAS







Un conjunto peculiar,
se congrega porque sí;
porque la gana les dio,
y la hermandad les unió.

Frente a copitas y tazas,
y pasteles por doquier,
conversan entre ladridos,
con silbidos y maullidos.

Con traducción simultánea,
Gustavo reseña a Moët,
que su mote debe a Bécquer,
y a Patricia su querer.

Moët amable y carlino Lord
De JuanMa cuenta aventuras,
y entre champagne y burbujas,
su corbata un vuelco dio.

A elaborar mil primores,
Andy ayuda a Marité,
y a ello quiere invitar,
a la inquieta Viborilda.

Pero esta prefiere observar,
a los lindos pajaritos,
que con cantos y con trinos,
de ella adornan sus macetas.

La gecka baila un ballet,
trepada sobre una seta,
y en su danza sin igual,
le acompaña una arañita.

Otra que anda entre flores,
es la Nela de Conchita,
pues le gustan sus colores,
y el perfume que enamora.


Pichicuas quería unos tacos,
y no esas bellas tartitas,
pues a él le gusta el picante,
con que cocina Lupita.

La Flaca y la Federica
y también “Pendejadita”,
le dicen que la hora es del té,
y que olvide las dobladitas.

Tillo, Taga y el buen Nito,
se saborean las pastitas,
pero sus tripas reclaman,
del pozole sus delicias.

Al matemático Arquímedes,
los números le divierten,
y va sumando y restando,
de la mesa las delicias.

Zsa Zsa es todo un primor,
ella escucha calladita,
pues es tesoro de Cynthia,
de Yolanda cuñadita.

Nana le ha guiñado el ojo,
a un comensal muy peludo,
pues le parece muy guapo,
luciendo sendos bigotes.

Pero Rex asentado en la mesa,
solo contempla la acción,
pues el  hoy tiene desvelo,
después de un gran reventón.

Nano que aún es cachorro,
se divierte en contemplar,
a una paloma que bebe,
en botella de champagne.

Ros les cuenta con soltura,
a un grupo de tertulianos,
sus hazañas de pirata,
entre buques y fragatas.

Nino y Wilson se entretienen,
entre bocado y bocado,
con un gran tomo ilustrado,
de barrets per a gats.


Chester un gosso con suerte,
de una rambla recogido,
merece estar hoy presente,
porque también es mi amigo.

Boffie es una princesita,
que alegró mucho mi vida,
un tesoro que recuerdo,
de tierras de Moctezuma.

Aquí hay mascotas que viven,
y otras que ya no están más,
pues viven en el recuerdo,
y en otro plano mental.

Hoy hemos querido reunirlas,
porque hay lazos invisibles,
que nos unen a los dueños;
y por ende a estos primores.

Yolanda de la Colina Flores

18 de enero del 2011





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lunes, 17 de enero de 2011

LA MENINA PRESUMIDA

 
En un reino permisivo vino al mundo una menina pálida y blanca como el  algodón. Su madre había dejado las labores que en el reino le habían asignado para atenderle ya que la niña así lo demandaba. Su padre que le adoraba, pidió a su amada esposa que dejara su trabajo y se pusiera a cuidar a la pequeña; pues ésta era más importante que nada.

La menina comprendió de inmediato este concepto y entendió que todo aquello que ella quisiese le sería concedido. También se percató de que su padre tenía una inmensa debilidad por ella, así que la pequeña se dedicaba a hacer una y mil travesuras. Si su madre la reprendía no tenía más que situarse bajo la mesa del comedor al escuchar los pasos de su padre al llegar y ponerse a llorar como si en ese momento hubiera sido reprendida. El padre por supuesto cansado de trabajar, evitaba como un adolescente enfrentarse a los problemas, así que solo tenía la brillante idea de ordenar a su mujer que no reprendiera a la niña, era tan pequeña que no se daba cuenta de lo que hacía, así que la madre, desgraciadamente para ambas, dejó de reprenderla.

La menina casi siempre conseguía lo que deseaba, si una muñeca, ahí estaba a su disposición, ahora un juego de té, una casita, etcétera, hasta que tuvo todos los juguetes que podamos imaginar, así que sus gustos y preferencias de adquisición empezaron a cambiar. Ahora le gustaba poseer cosas que  hacían que se viese más bonita delante del espejo, empezó con accesorios, algo con que adornar su largo cabello, un vestido, unos guantes; casi todo le era concedido, aunque algunas veces se negaban a concedérselo y esto la tenía muy intranquila. Hasta que un día que se dio cuenta de una poderosa arma que poseía y la cual una vez descubierta no dejaría de usar en su beneficio.

La menina lo descubrió cuando en una vitrina de una zapatería estaban unos zapatos dorados, de esos que se usan para grandes ocasiones y solicitó le fueran comprados. Su madre le dijo que no tenía el dinero a la mano para hacerlo, así que no podía complacerla ¿cómo?, la chiquilla no podía creerlo, ¿negarle algo a ella? Algo caliente y efervescente le empezó a subir por los pies hasta que le llegó a la cabeza y empezó a llorar con furia, luego en su performance incluyó salvajes chillidos y tirones de pelo, hasta que finalmente acabó tirándose por los suelos. Era tal el espectáculo que la abuela, que les acompañaba, estaba apenada ante el público que cada vez crecía más ante tal espectáculo, por lo que sacó de su bolso el dinero para comprar los zapatos de inmediato, así la menina obtuvo su capricho y acabó la actuación.

Cuando llegó a su casa la niña no hacía otra cosa que mirar y re mirar su reflejo en el espejo con su preciado trofeo calzando sus pies, la menina sonrió contemplando su reflejo en el cristal.

Así que la niña, cuando quería algo, no hacia más que volver a su consabida función y obtenía de inmediato lo que deseaba, adquiría así sus pequeños caprichos, los cuales siempre se ponía delante de su enorme espejo con una enorme sonrisa.

Bueno la menina ya tenía lo que quería, pero entonces decidió que no era suficiente, tener algo común a todos no era digno de lucirlo, tenía que ser especial, así que ahora requería que sus padres le compraran solo cosas de diseñador, si alguna vez alguien le regalaba algo que no tenía algún emblema de diseñador reconocido, sin chistar la tiraba al cesto de la basura.

La niña continuó así por largo tiempo y nadie nunca la reprendió ante sus “pequeños” caprichos. Tampoco se conformó con esto y deseo algo muy especial, algo que fuera acorde  con ella y buscando, buscando dio con lo que quería. Una pequeña mascota. No cualquier mascota una de raza pura y amplio pedigrí, ganadora de concursos de belleza y modales así llegó a su vida Yoyo una simpática pomeranian.   

Después quiso vivir en otro castillo, decorado por el diseñador de interiores más caro del reino bajo amenaza de berrinche, cosa que a su padre nada más de imaginar a su hija tirada y chillando por el piso, le llevó al apoyo inmediato del deseo de su hija, y adquirieron el castillo más grande que existía en ese reino. La menina veía su reflejo en el nuevo grandioso espejo de su habitación y sonreía a la imagen ahí reflejada.

La menina no hacía nada de beneficio para su hogar sólo pensaba en el suyo, solo paseaba a su Yoyo, adquiría cosas que ya no cabían en sus armarios y se miraba en el espejo. Sobra decir que a su mascota ella le cumplía por igual todos sus caprichos, así que solo comía jamón de jabugo, cava y tartas de frutos rojos, por lo que siempre estaba simpática y vivaracha.

Un buen día vio una hermosa joya creación de un afamado joyero en el reino y después de muchos mimos consiguió que sus padres se lo compraran, lo tomó en sus manitas y corrió desesperada para probársela frente al espejo, pero esta vez algo diferente ocurrió.

Al sacarla de su preciado paquete Yoyo empezó a gruñir y ladrar como loca, como cuando quería que se le concediera algún capricho. La menina apretó la joya fuertemente en su puño, la perrita trató desesperadamente de quitársela; ella no cejaría, Yoyo al ver que no lograría su propósito se tiró contra el piso, haciendo muecas y cabriolas e incluso sacó espuma por la boca. La Menina no daba crédito a lo que veía y cuando la pequeña se empezó a tirar de los pelos con su hocico, la menina cayó desmayada cuan larga era, que gracias a Dios no era mucho.

Cuando despertó encontró frente al espejo a Yoyo luciendo la preciada joya ante el espejo, la menina se volvió a desmayar.

Repuesta del trance, sin dudarlo siquiera arrebató la joya a Yoyo y corriendo llegó ante sus padres y les tendió la joya. Pidió perdón por haber sido tan intransigente en su vida, por no haberse sabido ganar las cosas que sus padres con tanto esfuerzo le proporcionaban y una vez que dejó de llorar por primera vez sinceramente, les dijo:
Por favor nunca más me den lo que yo no merezca, ni lo que me apetezca, enséñenme a conocer su justo valor y ganarlo, no permitan que me siga convirtiendo en el monstruo en el que yo he convertido a Yoyo, porque un día  si Dios quiere tendré hijos y no quiero que lleguen a ser como yo.

Sus padres lloraban conmovidos y entendieron la parte de responsabilidad que ellos tenían en la historia, junto con la Menina regresaron todo lo superfluo y volvieron a su antiguo castillo y finalmente le ayudaron a corregir a Yoyo que ahora ha bajado de peso ya que la pobre criaturita sólo come pienso y por las navidades le dan una tirita de jamón y un sorbito de cava; las tartas han sido desterradas para siempre de su dieta.




Yolanda de la Colina Flores

13 de enero del 2011      
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domingo, 16 de enero de 2011

NÍVEA Y BERMEJA












A Jakob y Wilhelm Karl
Por formar parte de mi entrada al fantástico mundo de los cuentos.

Hace muchísimo tiempo y en un país como siempre lejano, vivían dos hermanas gemelas, casi idénticas, con diferencias exteriores que permitían identificarles aún más e interiores que las hacían aún más diferentes en forma de ser.

Ambas eran dulces, amables y cariñosas, responsables en sus obligaciones y aptas en muchos oficios y artes pero, no compartían los gustos ni las aficiones.

Mientras Nívea se procuraba decorar, dibujar y construir todo a su alrededor con tonos pasteles, a Bermeja le agradaba hacerlo en colores fuertes y vibrantes. Sus padres no herraron en ponerles el nombre adecuado, su físico lo pedía a gritos, también los temperamentos encajaban perfectamente con la selección realizada por sus amados padres. Eran opuestas en gustos y preferencias, sin embargo tenían dos fuertes aficiones en común y menos mal que su hogar tenía el  espacio suficiente para poder llevarlas a cabo, ambas eran excelentes jardineras así como bailarinas.

Pero lo  que en su jardín plantaban y lo que ambas bailaban, no podía ser más opuesto. Nívea solo cultivaba especies níveas y claras como ella, buscaba las flores con esa tonalidad específica, en una gama ascendente y descendente de matices de nieve y de copos. Por su parte Bermeja solo admitía, en la mitad del jardín que le correspondía, especies en tonos de sangre, de vino y pasión; lo pastel o carente de color como  ella le llamaba era desdeñado y desechado por ella, solo admitía los colores que conjugaban con su recia personalidad.

Por lo que se refiere a las danzas, Nívea prefería los minuetos, vals y piezas de ballet de ritmo piano y acompasado, los cuales bailaba con minúsculos gestos gráciles y mesurados, moviendo sus manos con cuidados y sinuosos rítmicos vaivenes sostenida casi siempre sobre la punta de sus pequeños pies. Sus coreografías hechizaban a quienes la observaban cayendo en un cándido ensueño.

Bermeja por el  contrario le gustaban las danzas de ritmo fuerte y portentoso, donde pudiera mecer sus caderas y hombros en ritmos vivaces, sus brazos se movían con una cadencia y frenesí que embelesaba, sus giros hechizaban mozalbetes a quienes tenían que cerrar la boca ya que estos se encontraban sumergidos, completamente hipnotizados por sus insinuantes bailes.

Las dos hermanas gustaban de realizar diversas labores, en las cuales siempre se denotaban sus diferencias. Una cocinaba platillos delicados y pequeños,  tipo “Novel Cuisine” que a sus familiares e invitados les daba pena comerlas al tener que desbaratar sus pequeñas obras maestras. Bermeja por el contrario gustaba de hacer platillos de sabores exóticos e incluso picantes los cuales servía de una manera basta, no escatimaba en sólidas y generosas guarniciones. Ambas eran aprendices de orfebres con tendencias por supuesto incompatibles, una hacía joyas sutiles y pequeñas, sólo con perlas  y diamantes la otra rebuscadas creaciones barrocas con amatistas y rubíes.

Las diferencias poco a poco se fueron transformando en discrepancias hasta llegar a un recio antagonismo y las luchas por conquistar a sus familiares, amigos y allegados hacia un club imaginario de “fans” se volvieron cada vez más frecuentes y la paz dejó de reinar en el hogar, sus padres ya no podían dejar de ser jueces y parte en aquel embrollo. Por más que trataban de mediar y ser justos en ambas partes siempre salían raspados en el intento.

Un día Nívea trajo consigo una hermosa planta sincera y de color puro como ella, Bermeja no podía quedarse atrás y se aprestó a la búsqueda de otra planta que pudiera competir con la que su hermana pretendía plantar en su área del jardín que le correspondía y la encontró por supuesto.

Estuvieron cada una plantando su respectiva planta que no percibieron que en el centro del encantador jardín algo nuevo e inusitado iba creciendo, al principio era una semillita que asomaba una que otra pequeña hoja , después se transformó en una menuda y mullida alfombra la cual se fue desplazando por las escaleras hasta florecer como el caudal de una cascada de florcitas de tonos rosados. Las hermanas se acercaron a observar el acontecimiento inusitado precisamente en la parte media de sus preciados jardines.

El olor perfumado y subyugante que producía tan especial planta las sacó sin remedio de sus pensamientos y elucubraciones, no podían dejar de olisquear la esencia almibarada que despedían aquellas flores tan pequeñas, las tenían completamente hechizadas, tan sumidas estaban en tal embeleso que no se percataron que entre la mullida alfombra, una pequeña flor un poco diferente al resto, que era la más grande y abultada, iba creciendo y creciendo que parecía que nunca iba a parar, hasta que finalmente lo hizo y abrió sus pétalos dejando ver dentro de sí una hermosa niña, ni nívea, ni bermeja, era un ser envuelta en una gama de tonalidades y matices rosados. Así llegó a su vida la tercera hermana: Rosa la reina de las flores.

Rosa no vivía en los extremos y gustaba de ambas preferencias de las hermanas llevándolas a un plano donde existía una mediación entre un mundo y otro de aficiones. Les enseño un universo lleno de tonalidades donde se puede jugar con varios colores

Con el tiempo Bermeja se casó con un níveo y Nívea con un bermejo y así ambas quedaron compensadas. Rosa quien trajo al  hogar la calma enseño con su dotes que no existen sólo los extremos y los llevó a contemplar su mundo rebosante de matices. Sus hermanas junto con sus adorados plantaron también al centro del jardín un injerto de flores rojas y blancas para unir el centro de sus preciados jardines igual que la alfombra rosada de su querida hermana pequeña.

Rosa aún no elige a su compañero pero su mundo de gamas y tonalidades le ha dado el don de elegir entre un ejército de pretendientes o galanes matizados. 

Yolanda de la Colina Flores
31 de diciembre del 2010  
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LAS DOS PEQUEÑAS GUERRERAS

























En un país lejano de algunos y cercano de otros existía un reino pequeño y como todo reino por supuesto tenía una familia real, con su Rey su Reina y dos pequeñas y bellas princesas.

El pequeño Reino, era un reino de madera, lleno de caobas, pinos y cedros principalmente, pero había toda la gama de maderas que podamos imaginar; este reino era como una colcha de patchwork, hecha por supuesto de retazos de tela, de esas que saben hacer nuestras madres, solo que en este caso los retales eran pequeños microclimas, donde todas las especies arbóreas podían sobrevivir.

Todo el reino se dedicaba a cuidar tan preciado tesoro, durante siglos sus habitantes recogían los árboles que se caían solos de viejos, con los que construían toda clase de muebles y enseres inimaginables y en su lugar volvían a plantar un nuevo árbol.

El reino era conocido en todo el mundo por la elaboración de todas las preciosidades que los habitantes sabían hacer con la madera. Pero principalmente por las obras de arte que el rey solía realizar. Se pasaba los días creando la piezas de ebanistería más sofisticadas que podamos imaginar, taburetes con patas en forma de garra de león que parecían que en cualquier momento podían saltar en el acto, sillas cuyas asiento y respaldo asemejaba la estructura perfecta de una ostra al abrirse o majestuosos sillones cuyos brazos y patas asemejaban los brazos y piernas de una joven moza. Hacía comedores, habitaciones y miles de armarios ninguno era igual ya que sus creaciones eran únicas e irrepetibles.

Su cabeza siempre estaba maquinando en realizar nuevas creaciones, para ello se pasaba largas horas bocetándolas en papel, mientras se rascaba de cuando en cuando su regia testa. Tenía un hermoso castillo donde por supuesto habitaba con su hermosa reina y sus preciosas hijas princesas quienes lo alegraban con risas y juegos.

Siempre habían sido muy felices, sólo su corazón albergaba una preocupación, la princesa más pequeña, era muy pequeñita, una especie de copia de almendrita, por más que le daban lo que el médico del reino sugirió y las papillas de espinacas que la reina madre indicó la pequeñita parecía no crecer mucho, sus padres tenían un inmenso cuidado debido a su tamaño y su hermanita mayor siempre la protegía y resguardaba de todo cuanto había a su alrededor. A los ojos de los demás, la princesa no crecía mucho, no, pero por dentro ella crecía y florecía mucho más que las demás niñas del reino que tenían su misma edad.

Esta familia real tenía una encomienda especial desde tiempos inmemoriales, que era cuidar un hermoso jardín interior dentro del castillo, en cuyo centro se encontraba el árbol de la esperanza, resguardado por un portentoso portón que poseía una enorme cerradura.

Un mal día un ejército gris de un pueblo lejano llegó tratando de apoderarse del reino. Todo el reino lucho contra ellos para que no se apoderaran de él, hubo cruentas batallas de golpes y mofletazos en los que afortunadamente no pereció ningún soldado de ambos bandos.

Una noche, el ejército gris al ver que no podía apropiarse del reino decidió prender fuego a todos los sembradíos del bosque del lugar, habían decidido que de no ser para ellos, ese lugar no sería para nadie. Así que con una explosión de juegos pirotécnicos, mientras todos los habitantes se distraían en observar las filigranas que en el cielo surcaban, no se percataban que por lo bajo, todos los árboles se iban consumiendo.

Todos, menos una, que por ser tan pequeña miraba lo que otras no podían visualizar, con pequeños jalones en las faldas de su hermana, logró captar su atención y sin balbucear palabra con su dedo pequeñito lo que a sus pies se iba cerniendo. Las dos pequeñas no podían alcanzar a sus padres que se encontraban en primera fila festejando el espectáculo con sus súbditos y vasallos. Las princesas comprendieron que eran ellas las que tendrían que hacer frente al peligro, mientras los demás salían de su embeleso.

Se pusieron sus regias armaduras y espada en mano se dispusieron a abrir el dique que contenía las aguas pluviales de la comarca. A su paso iban rompiendo con sus espadas a brazo partido la maleza seca y libre de hojas ya que empezaba a llegar el invierno. Parecían dos hoces con la velocidad de un helicóptero, corta que corta, evitando así que el fuego se avivara cuando llegara a ellos.

Finalmente, tras una lucha terrible pudieron llegar al dique y abrirlo. En ese momento el reino despertó de su embeleso y empezaron los gritos y correrías, todos tratando de apagar el fuego, con baldes, cubos, cubetas, teteras y vaso, en fin lo que a su paso encontraban. El dique al final arrasó con aquel fuego y una vez que fue absorbido por la tierra, se pudo observar lo que el fuego había dejado al pasar.

El panorama era desolador, los campos sembrados y los ya reforestados estaban todos calcinados, la colcha verde de tela entretejida de antaño era ahora tan solo un borrón de diversas manchas negras, grises e incluso blanquecinas. Todo el reino estaba apesadumbrado, su paraíso estaba ahora convertido en cenizas. Todos habían hecho su mejor esfuerzo, pero no pudieron contener la acción del fuego arrasador. El reino íntegro coincidía en decir que de no haber sido por el arrojo y la valentía de las dos guerreras princesas , todo el reino y no sólo los sembrados habrían sido calcinados.

Había que levantar el reino de nuevo y para ello tenía que ir al árbol de la esperanza quien les proporcionaría semillas para replantar todas las especies ahora carbonizadas. Llegaron al palacio, dispuestos todos a recibir su dotación de semillas y que les fuera asignada la parcela a replantar, el patio del jardín como ya hemos dicho estaba franqueado por un inmenso portal con el fin de proteger de cualquier amenaza a tan valioso árbol. Pero por más que el rey y la reina buscaban entre sus bolsillos y ropajes reales el llavín para abrir aquel portón, la búsqueda fue por demás infructuosa. La llave no aparecía por ningún lugar.

Se formaron entonces decenas de cuadrillas organizadas con el fin de encontrar entre las planicies quemadas la llave real que permitía acceder al recinto encantado del árbol de la esperanza. Era prioritario encontrarla, no solo para adquirir las semillas y reforestar el reino, sino porque además y más importante aún había que regar el árbol diariamente de lo contrario este empezaría a perecer.

Pasaron los días y la llave no era encontrada, las búsquedas eran vanas y mientras los habitantes del reino se tiraban de los pelos, buscando el codiciado llavín, el árbol de la esperanza aguantaba estoicamente.

Ante tanta incertidumbre y pena la reina empezó por no cuidar su salud, no comía y apenas bebía agua, buscando y rebuscando por cualquier lugar aquella llave dorada. Un día no pudo levantarse del lecho, las fuerzas le faltaron y fue sumiéndose en un profundo sopor. El rey corrió a su lado y al verla en aquel estado de inmediato fue azotado por la misma enfermedad y se sumió al igual que la reina en un sueño profundo, ahí a su lado con su torso recostado sobre su amada esposa.

Los ministros convocaron una reunión de emergencia, la cual sería presidida en ausencia temporal de sus padres por las dos niñas princesas. Después de alegatos y dilucidaciones todo el parlamento consintió en lo que indicaban los libros de las leyes del pequeño reino: En sustitución de sus padres las princesitas deberían a la colina dorada a obtener una réplica de la llave dorada, no importaba que fuesen pequeñas y tan sólo unas niñas, según las leyes y creencias de ese reino, las niñas estaban preparadas para ello. Así que las dos pequeñas partieron con una escolta de diez férreos guerreros con la encomienda de traer consigo aquel precioso artefacto que permitía abrir el portal.

Una vez atravesaron las calcinadas tierras del reino, tuvieron que sortear un desierto donde dos de los guerreros sucumbieron al encanto de los espejismos, quedándose en un mundo de odaliscas irreales, bebiendo sendas vasijas de vino de la misma procedencia, por mucho que los ocho guerreros restantes trataron de sacarles de su ensoñación, fue inútil y embobados por las artes de ese ensueño imaginario se quedaron irremediablemente en aquel lugar.

Llegaron entonces a un denso bosque negro e imposible de sortear donde las ramas de tan peculiares arbustos parecían fortísimos brazos que quisieran interrumpir su camino, las princesas y guerreros con sus espadas y caballos pudieron salir de tal percance. Dos de los guerreros por desgracia quedaron atrapados en las ramas del infortunio, no tuvieron la fuerza suficiente para sortearlo.

A su paso ahora se presentaba ahora un río grandioso por cuyo cauce parecían correr aguas tranquilas, pero cuando nuestros expedicionarios se encontraban en el centro del mismo, las aguas parecieron entrar en un estado de cólera incomprensible y empezaron a azotar a la pequeña comitiva con remolinos y chubascos inesperados, de tal forma que estos eran sumergidos en las profundidades del caudaloso río; las princesas y sus vasallos intentaban contener con sus argénteas espadas el avasallamiento de las aguas; nuevamente sólo cuatro de ellos y sus princesas superaron el percance, dos de los guerreros se dejaron ahogar por aquellas aguas de la incertidumbre.

Apenas estaban reponiéndose de la acuífera batalla, cuando como de la nada se enfrentaron a una jauría de lobos que les cercaban aullando y gruñendo con terrible voracidad, las princesas sin dudarlo, indicaron atacar a sus guerreros yendo ellas por delante. Libraron una batalla, que en conclusión los llevó a enfrentarse en un cuerpo a cuerpo con tan terribles contendientes, finalmente las dos princesas y dos de sus guerreros pudieron contener a las horrendas huestes, dos de los guerreros habían sucumbidos ante la lucha de la adversidad.

Agotados hasta casi sus últimas fuerzas, las princesas, vasallos y corceles parecían arrastrarse por el camino más que avanzar. Decidieron entonces tomar un pequeño descanso y bajando de sus montas, construyeron unos improvisados lechos para reposar un poco sus maltrechos cuerpos. Todos se sumieron en un profundo sueño que parecía reparador, pero que pretendía atraparlos para siempre a fin de no permitirles llegar a su meta.

Durante los días transcurridos, el árbol de la esperanza iba pasando por diversos estados climáticos, el estío ahora le había abandonado y empezó a perder sus doradas y rojizas hojas, muy pronto llegaría a él el invierno y con ello su congelamiento y muerte.

Mientras tanto nuestras princesas libraban batallas en sus sueños con los más terribles monstruos infantiles y con sus espadas salían siempre victoriosas de ellas. Al final lograron vencerlos por completo consiguiendo con ello despertar. No así sus dos restantes vasallos, por mucho que las princesitas intentaban sacarlos de su profundo sueño, los esfuerzos fueron en vano, sus vasallos se quedaron ahí abrazados en los brazos del desaliento.

Montaron ahora sus briosos corceles y no tardaron mucho en llegar al final de su viaje, ante sus ojos se alzaba majestuosa la colina dorada. A medida que se iban acercando, pudieron visualizar en su base una pequeña puerta dorada, a la cual llamaron tocando el aldabón en forma de mano que contenía la áurea puerta. Esta se abrió casi de inmediato, permitiendo a las princesas entrar en un recinto dorado, cuyos brillos incluso enceguecían su vista, paulatinamente sus ojos se fueron acostumbrando a tan brillantes reflejos, para percatarse que al fondo había un gran tono ocupado hermoso rey con primorosos cabellos y barba dorados, que les sonreía con la sonrisa más reparadora de pesares que habían visto jamás.

Le comunicaron al rey el motivo de su visita, éste con mirada y palabras comprensivas y conmovedoras, les comunicó que no podía proporcionarles otra llave ya que solamente existía una. Pero que regresaran a su reino y seguramente podrían abrir la puerta, pues en su corazón después de las batallas libradas ahora albergaban ya los elementos necesarios para avasallar la puerta. Después de degustar una opípara cena y de un baño y sueño reparadores las princesitas emprendieron el camino de regreso.

Cuando arribaron todo el reino estaba ya sumergido en el aletargado sueño que había atrapado a sus reyes, poco a poco toda la población se había ido contagiando. Las princesas apuraron el paso hacia el portón que había en el jardín donde estaba el árbol de la esperanza. Ambas hermanitas se miraron preguntándose una a otra, cómo abrirían la puerta, la mayor intentó dar la vuelta al picaporte, pero aunque era la más grande no acertaba a alcanzarle, entonces como si una luz iluminara su rostro, sonrió a su hermana al tiempo que le indicaba que subiese a sus espaldas. La princesa menor una vez encaramada pudo alcanzar el picaporte y tiró de él pero este no se abrió.

De repente, la princesita pequeña se dio cuenta de que tenía frente a sus ojos la abertura de la cerradura, por la que alcanzaba a visualizar al moribundo árbol del cual sólo pendía ya una pequeña hoja. Se dijo para sí que tal vez cabría por el hueco de la cerradura y se dispuso a intentarlo; con sus dos pequeñas manos se asió de la orilla de la misma y lentamente se fue deslizando a través de ella hasta atravesar el portal.

Nunca se preguntó como haría para bajar al otro lado una vez sorteada la cerradura y no fue necesario ya que al otro lado se encontraba una rama del árbol de la esperanza, quien lentamente le depositó en el suelo, la princesita tomó su pequeña cantimplora y roció todo su contenido a los pies del árbol, quien lenta y milagrosamente empezó a cambiar cómo si una película se pusiera en reversa, hasta que la hoja que aún le quedaba se tornó de un vívido verde tierno, para después plagarse por completo de ellas, después vinieron las flores y al final los esperados frutos.

Una vez restablecido el árbol la pequeña princesa reparó en que su hermana se había perdido del magnífico espectáculo y entonces si que se preguntó cómo abrirle la puerta, recordó entonces lo que el rey áureo le había dicho e intentó tocar su corazón, pero a su paso le salió una férrea llave dorada colgando de su cuello, la cual no pesaba aunque era casi de su tamaño. La misma rama del árbol, ahora nueva y revitalizada la llevó hasta la cerradura, donde la princesa la introdujo, para dar paso a su expectante hermana.

La princesa mayor brincaba de gusto al ver lo que acontecía, finalmente tomó a su hermanita y abrazándola le decía a vivas voces: ¡Lo has logrado!. La princesa pequeña le musitó al oído a su hermana: Lo hemos logrado juntas. Ya repuestas de su alegría y mayúscula hazaña prepararon zumos con los frutos del árbol y se los dieron primero a sus amados padres, los cuales despertaron de inmediato del letargo y ayudaron a sus vástagos a proporcionar el zumo a todos los habitantes del reino.

Empezaron a repartir las diversas semillas que el árbol les daba, preparando cuadrillas para reforestar el reino. Organizada la tarea, las princesas dijeron a sus padres que debían partir, sus padres cuestionaron a donde pretendían dirigir sus pasos, ellas dijeron que irían a rescatar a los guerreros que habían quedado atrapados en el camino, les necesitaban para reconstruir el reino y ahora se sentían con los conocimientos necesarios para vencer a los enemigos ha que se habían enfrentado.

Sus padres se sintieron orgullosos de ellas, y como nunca celebraron que sus hijas fuesen como eran. Estas fueron y un santiamén les liberaron. Entonces todo el reino se aprestó a la tarea de reconstrucción de su hábitat. Sabían que pasaría un largo tiempo para volver a vivir buenos tiempos, pero éstos algún día habrían de llegar.

Sólo tenían que regar diariamente él árbol que era el centro de su vida y esparcir sus semillas por todo el reino y cosechar día a día la simiente amada y embalsamadora que proporciona día a día la esperanza.

Yolanda de la Colina Flores

22 de noviembre del 2010
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