Para
Cynthia
El
secreto de la felicidad está en contar las bendiciones, no los cumpleaños.
SHANNON
ROSE (en “The Journal Street”).
Ilú posa sus
pies en El Prat y avanza siguiendo
la línea amarilla que dirige sus pasos hacia su equipaje. Lleva tras de sí una
pequeña maleta cuyas ruedas hacen un ruido singular al avanzar, similar a los
cascabeles, donde guarda sus enseres más necesarios.
Se detiene
ante la banda donde pasa un desfile de modas de equipajes, sin la menor gracia
y vistosidad, inermes. La banda gira y gira como un carrusel interminable y sus
preciadas valijas no aparecen, todos sus compañeros de viaje se van marchando,
como si una disolvencia los hiciera transformarse en un espacio sin ocupar; la
banda queda vacía.
Ilú se dirige
a la casilla de información, donde reclama la pérdida de sus maletas, a cambio
le dan una serie de panfletos a rellenar, para finalmente quedarse en sus manos
con un ticket de reclamación.
La chica sale
al exterior del aeropuerto y no sabe que desde que ha pisado tierra firme su
nombre ha quedado irremediable y afortunadamente ligado a su vida para siempre.
Una vez
instalada en su hotel y sin nada que acomodar en los impersonales armarios,
entra a través de un computador instalado en su habitación en una búsqueda de
guías, tours y recorridos turísticos de la ciudad. Visita los consabidos
lugares de la lista y así sus días van transcurriendo, con un forzoso estreno
de ropajes por el día y por la noche.
Un día, los
sitios turísticos se han terminado y ahora decide salir a conocer la ciudad sin
la parafernalia que circunda los sitios turísticos, desea conocer ese lugar
considerado un pequeño país en su esencia más pura, No es aún mediodía
y un sol abrazador le deslumbra la visión. ¡Ah! Como extraña sus sombreros perdidos en
las profundidades de su bagaje.
Utiliza el
dorso de su mano para tratar de cubrir los rayos incandescentes que le ciegan
la mirada, mirando hacia arriba, las palmeras que le rodean, se transforman en bóvedas hiperbólicas
abiertas en los extremos favoreciendo así el paso de la luz del día, asentadas
sobre columnas oblicuas, como si fueran ramas y ahora está circundada por los
pilares interiores de La Sagrada Familia, atónita desvía su mirada que ahora se
posa sobre una señera izada en un mástil y esta se multiplica tornándose ahora
en torres agudas de laboriosos y complicados encajes que mirando hacia el cielo
parecen instrumentos musicales de los nimbus cuyas boquillas rematan en ornatos
multicolores de superficies multiplanas; de improviso vuelve a la tierra, sólo
para percatarse de que algo se ha posado en su testa que le cubre un poco los
rayos del sol. Se palpa la coronilla de su cabeza, pero sus manos no perciben
nada singular, sin embargo algo le cubre de los rayos solares.
Ya repuesta de
tan rara sensación, en un hermoso jardín ve una maravillosa lagartija que
tratando de mimetizarse con la corteza de un árbol e inesperadamente sus
escamas se transforman en una variada policromía de azulejos dando al saurio un
regio aspecto, revestido por una rica u lujuriosa textura escamada. Desvía su
mirada tratando de reponerse de
tan rara sensación y en su horizonte se atraviesa un crisantemo maravilloso y
al acercarse sus colores vibrantes se van transformando en brillantes espejos
de colores, hasta formar una perfecta floración de azulejos, nuevamente algo se
posa en su testuz y le proporciona aún más sombra, ella vuelve a palpar su
coronilla y de nuevo está ahí la misma sensación, sacude fuertemente su cabeza
e intenta convencerse a si misma que tal vez ha tenido un golpe de insolación.
Se encamina
hacia las calles góticas, dispuesta a encontrar un pequeño bar, donde pueda
saciar el reclamo asediante de sus tripas. Mientras va adentrándose al barrio
le parece reconocer los inusuales pasillos del parque Guell y nuevamente algo
se ha dejado caer en su testera. Ahora ya ni siquiera hace el intento de tocar
nada, sabe de antemano que será en vano. Por fin encuentra un lugar de su
agrado y se sienta a saciar su apetito, con un cortado y una tostada. Lo
disfruta plenamente, sobre todo el delicioso sabor de la mermelada de naranja
amarga sobre su crujiente pan tostado con mantequilla.
Cuando de ahí
se levanta Ilú ya no camina, sus pies avanzan sin tocar el suelo y empieza a
planear por diversos lugares de la ciudad, cada vez que repara en alguna cosa
peculiar, algo, irremediablemente, como causa y efecto sucede en su crisma.
Esto se reitera de tanto en tanto pero Ilú ya no le presta atención.
De repente y
sin previo aviso un fuerte viento que congela le pega de lleno en la cara,
arrojando pequeñas piedrecillas en su rostro, Ilú solo acierta a cerrar lo más
que puede sus ojos. Sigue sobrevolando y de repente, intuye que tal vez el
viento la ha despeinado y su apariencia no debe ser muy agradable, así que
busca en su bolso desesperadamente un espejo, pero el pequeño espejillo que en
él guarda no le revela gran cosa de su aspecto, pero alcanza a percibir en el
reflejo que hay algo sobre su cabeza.
Busca entonces
entre los múltiples establecimientos de la ciudad, alguno en que sea necesario
ver su reflejo en un espejo. Finalmente llega a una óptica y tomando un par de
gafas y se dirige a mirarse en un espejo. La imagen que éste le devuelve la
deja pasmada, ahora porta una especie de extraño sombrero sobre su cabeza trata
de tirar de él para quitárselo pero es imposible.
El espectáculo
que está dando llama la atención de una dependienta quien amablemente le
pregunta si el armazón le aprieta demasiado, o le proporciona alguna
incomodidad, con leves tosiditos Ilú se disculpa diciendo que no y rápidamente
abandona el lugar.
Con paso
presuroso se dirige a su hotel, donde vuelve a tocar suelo y va directo a su
habitación, cierra rápidamente la puerta y posando su espalda sobre ella, toma
aire tratando de calmarse. Ahora con paso lento y sigiloso se dirige al espejo
del tocador y éste le devuelve nuevamente la misma imagen que el anterior, ahí
está, sobre su pelo ese raro sombrero que ahora empieza a analizar. Tarda
algunos minutos y poco a poco va descubriendo las figuras que forman su
inusitado sombrero y así va reconociendo las figuras que ahora le resultan tan
familiares. Intenta nuevamente de sacárselo de la cabeza pero es virtualmente
imposible. Así transcurren las horas en un tira y afloja sin que su situación
varíe ni un ápice.
Entonces
decide bajar a la recepción del hotel y con nerviosismo se sienta en un sillón
de esos infinitos en forma de círculo que rodean un jarrón, donde queda a la
vista de todos. Pero su apariencia no parece asombrar a nadie, ninguna persona
se percata ni siquiera de su presencia. Ilú no lo puede creer y ve su reflejo
en los espejos del vestíbulo, nada ha cambiado, el sombrero sigue ahí.
Transcurren
las horas y ya en su habitación se acerca el anochecer y ella lentamente se va
sumiendo en su oscuridad hasta que poco a poco cae en un sueño que finalmente
la lleva al despertar de un nuevo día. Se levanta como un rayo y va a mirarse
en el espejo como actividad prioritaria, ¡otra vez está ahí, el sombrero
adherido a su cabeza! Un poco descolocada y perpleja, se sienta en el borde de
la cama, donde los minutos se fan transformando en horas sin que Ilú se
percate.
De pronto
alguien abre la puerta, Ilú voltea sorprendida para encontrar frente a sí a una
no menos desconcertada mucama de limpieza. Esta se deshace en una retahíla de
disculpas alegando que creía que la habitación estaba sola y por ello se
disponía a arreglarla. Ilú se sonríe ¡por fin alguien objetivo que puede
decirle su verdadera impresión de su apariencia y sin ninguna anestesia le
suelta un monólogo interrogatorio que le ayude a dilucidar su aspecto singular.
La mucama la mira atónita y le dice con los ojos abiertos que ella no observa
absolutamente nada sobre su cabeza. Después de una larga indagación y de múltiples
confirmaciones, Ilú queda convencida de que sólo ella tiene la capacidad de el
sombrero que cubre su cabeza.
Y así va ahora
andando por la vida sobrevolando los lugares de la ciudad condal, por los
cuales camina portando su portentoso sombrero. Todo tiene un nuevo colorido y
se transforma a sus ojos, su perspectiva de observación a cambiado por
completo, puede ahora crear lienzos imaginarios, transformar la morfología de
las cosas, los rayos del sol ya no iluminan su camino, el sombrero ha generado
otra luz, eso aunado a la tramontana que ha golpeado su cara, sabe que su
nombre ha cambiado y desde hoy se llamará Iluminada.
Yolanda de la
Colina Flores
15 de
noviembre del 2010