Él con ella se encontró
en un carmen sin igual,
de Granada él era un diestro,
y ahí se plantó a abreviar.
Y los dos se abanicaban,
con un flabelo y capote
y así se enamoriscaban,
entre lances y algún frote.
Él pronto se empezó abrir,
sacando medios y tercios,
ella quería sonreír,
más sus labios eran necios.
Él se adornó en fregolinas,
en gaoneras y saltilleras,
pero sus artes festinas
en ella creaban muinas.
Y de poder a poder,
el lidiador ya perdía,
aunque él se quiso vender,
la chica en nada cedía.
En un quiebro de rodillas,
a ella se logró acercar
y su nombre en volandillas,
al fin le pudo sacar.
Dejó el capote y los lances
y se puso a declamar.
y a la chica sin ambages,
al fin logró conquistar.
Pues le gustan a la Carmen,
los poemas a rabiar
y si estos son un carmen,
la logran enamorar.
Yolanda de la Colina Flores
03 de junio del 2016