Vivía en un risco escarpado,
una isleta puntiaguda,
la había recorrido toda
desde la base a la punta.
Sólo el mar la circundaba
y otra isleta muy cercana,
puntiaguda cual su hermana
parecía tan lejana.
Vivía en constante equilibrio
pendiente siempre de un hilo,
dónde hacía malabares
cual excelso equilibrista.
Su hábitat era muy gris
y no era muy feliz
tenía unos amigos bermejos,
atados cual prisioneros.
En su mente algo surgió
la libertad le anidó,
poco a poco desató
los sostenes de su hilo.
Liberó a sus compañeros
los amigos de sus sueños,
regios globos bermellón
que por los aires lanzó.
Cuando al último soltó
ya no había más equilibrio,
todo sostén se esfumó
se precipitó al vacío.
Tal vez te preguntarás
si ella ahí pereció,
pero la liberación,
con alas la revistió.
Visitó la otra isleta,
cada risco y cada grieta
y enfilándose hacia el cielo
se fue a recorrer el mundo.
Al fin logró su equilibrio
volando en eterno periplo,
con sus amigos bermejos
que ahora vuelan a su antojo.
Yolanda de la Colina Flores
10 de marzo del 2013
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