La
sirena Spirulina
bosteza
en el fondo del mar,
le
aburre toda la flora
que
circunda su hábitat.
El
frondoso cloroplasto,
musgo
y líquenes igual,
le
causan desasosiego
y
ya del helecho, ni hablar.
Ya
no le agradan las algas,
ni
su grande variedad,
ni
verde azules ni rojas,
la
han sabido contentar
Procariotas
o eucariotas
solo
la hacen bostezar,
rodófitas,
clorofitas
la
siesta le hacen tomar.
Del
plasmodium ya está harta
y
del plancton de la mar,
la
traviesa Sprirulina
a
atisbado sobre el mar.
Y
ha mirado que en la tierra
hay
una flora genial.
con
mil tonos y colores,
que
no ha mirado en la mar.
Hoy
se encuentra embelesada
con
un sueño sin igual,
en
el fondo del océano
mil
bosques quiere plantar.
Más
de la tierra infinita
poco
conoce en verdad,
sólo
a un cuervo enamorado
de
sus joyas de la mar.
A
éste cuervo inusitado
le
mantiene subyugado,
con
las perlas y conchitas
con
que se suele adornar.
Y
pensando ella maquina
como
poder convencer,
a
esa ave landronzuela
y
su plan cristalizar.
En
noche de plenilunio
lo
logra al fin convencer,
de
cambiarle sus adornos,
por
esquejes de la tierra.
Y así
a la luz de luna,
pues
sus joyas brillan más,
cambia
perlas por esquejes,
de
todo árbol terrenal.
Y
sueña con ver crecer,
en
ese mar tan profundo,
bellos
bosques de ciprés,
de
roble y también de cedro.
Sus
ensueños se engalanan
con
olivos y castaños,
con
pinos y con abetos,
con
ahuehuetes y hayas.
Su
deseo más preciado
es
el poder instalar
un
columpio en un árbol
que
emerja sobre la mar
Tal
vez en un árbol de tule,
o
en un olmo portentoso
aunque
ella piensa posible
hacerlo
en una Secuoya.
Para
mirar todo el mundo
sin
salir de su hábitat,
meciéndose
en su columpio
con
los cantos de la mar.
Yolanda
de la Colina Flores
3
de abril del 2013