Era
un niña pequeña, pequeñísima aún más que pulgarcito o almendrita, de nombre le
pusieron Piccolina, desde bebé le encantaba andar de puntillas para verse un
poco más grande por lo que no es sorprender que después quisiese estudiar
ballet, su madre le fabricó sus vestimentas y zapatillas, pero cuando su madre
se las mostró, no le parecieron adecuadas ya que ella quería que con ellas se
viera un poco o un mucho más alta, su madre y ella cavilaron la manera de
lograrlo y no se les ocurrió otra idea que dotarlas de tacones. Así la
pequeñina danzaba y danzaba con sus zapatillas de ballet con tacones
puntiagudos.
Cuando
creció, de edad más no de tamaño, su torso ya no era plano, por lo que tenían
que idear la manera de aplanarlo, intentaron muchas cosas, pero entonces
tuvieron otra brillante idea y le colocaron un anillo a manera de corsé que
funcionó a las mil maravillas, su madre finalmente le regaló toda su colección
de anillos que fueran a juego con sus ropajes.
Para
que adquiriera aún más estatura idearon unos peinados altos a manera de unos
largo e intrincados chignones, en cuyas elaboraciones tardaban un tiempo
considerable.
A
Picolina no le interesa el dolor ni las deformaciones que han sufrido sus
diminutos pies, a ella sólo le importa que danza maravillosamente y que cuando
camina se ve un poquito más alta, no le amilana lo apretado de sus improvisados
corsés, con que le permitan respirar para bailar para ella es más que
suficiente, tampoco le preocupan ni le fastidian las horas frente al espejo cuando
le peinan, mientras su figura ocupe un poco más el espacio en el que danza en
forma vertical, le parece suficiente recompensa.
Por
ahí se cuenta que un grupo de gnomos trashumantes le invitaron a pertenecer a
su compañía, pero cuando se enteró que danzaban con babuchas o descalzos
declinó la invitación, sus padres le confeccionaron un pequeño teatro portátil
que montan y desmontan a su antojo sobre las mesas de quiénes visitan, en el
cual la nena realiza sus singulares presentaciones, ahí donde el espacio que
ella ocupa en el escenario le parece hecho a su medida y perfectamente
adecuado.
Yolanda
de la Colina Flores
1 de
septiembre del 2014
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