Existía un minúsculo planeta, donde todo era pequeño, un
reino muy pequeñito, un castillo chiquitico, una aldea miniatura, un bosque
diminutivo y un enorme principito.
Y aunque todo era pequeño el príncipe estaba orgulloso, del
reducido planeta, de lo enano de su reino, y de todo lo canijo que se cernía
ante sus pies. Y se sentía orgulloso pues sus súbditos cual granos, casi unos
liliputienses, eran grandiosos y ufanos.
Resulta que eran muy cultos, de gran sapiencia y muy sabios,
escribían lo que sabían podía ayudar a los otros a tener conocimientos o un
rato de esparcimiento.
Y con ellos muy contento, el principito escribía, poemas,
libros y cuentos que también les compartía.
Después de pasado un tiempo, era tanto lo que escribían que en
el reino cabía.
El principito orgullosos de lo que ahora acontecía, decidió un
día glorioso lanzar todos los escritos, por el espacio infinito, con la idea de
compartir toda la sabiduría de su reino pequeñito.
Y todos los días él lanza,
un montón de mamotretos, en un tamaño perfecto para que todos los lean.
El enorme principito, con su reino pequeñito, nos demuestran
la grandeza, el orgullo y la sapiencia que da el compartir los libros.
Yolanda de la Colina Flores
7 de agosto del 2014
*Títulos de los libros de los cuales se tomaron las cinco
palabras.
Poemas, Jorge Luis Borges
La ladrona de libros, Markus Zusak
Cuentos de invierno, Miguel Herráez
El principito, Antoine de Saint Exupèry
Orgullo y Prejuicio, Jane Austen
No hay comentarios:
Publicar un comentario