Le
habían encerrado en ese oscuro lugar por no haber querido hacer el saludo
romano ahora llamado íbero, ni cantar por
enésima vez Cara al sol, el himno de la
falange española de las JONS, su cuerpo y su mente se habían apartado de los
ideales del la sección femenina, los cuales en un principio le habían agradado,
pues no tenía nada de malo tratar de ser buena patriota y buena cristiana y
cuando llegara el tiempo también quería ser una buena esposa. Pero cuando
escuchó las palabras de Pilar sus creencias se derrumbaron y ya no quiso
pertenecer más a ello, ahí en ese lúgubre calabozo aún reverberaban sus
palabras: “Las mujeres nunca descubren nada; les falta, desde luego, talento
creador, reservado por Dios para inteligencias varoniles; nosotras no podemos
hacer más que interpretar mejor o peor lo que los hombres nos dan hecho”. No
definitivamente, ella no podía comulgar con esa creencia. Cómo mujer
revolucionaria y liberal tenía grandes aspiraciones por ello se había afiliado
a esa sección y sus labores no habían pasado de unos simples afanes en mantener
algunas tradiciones españolas, como la cocina o los bailes regionales y un afán
paternalista que proponía la formación de las mujeres en el cuidado de los
recién nacidos, medidas de higiene y formas de organización familiar, ahí no
podía aspirar a nada más.
No
sabe el tiempo que estuvo ahí, trataron de lavarle una y otra vez su masa
cerebral sin éxito, quizás por que apenas tenía diecisiete años la dejaron con
vida y no la molieron totalmente a golpes, o simplemente estaba en su destino
vivir, sólo sabe que después de la matanza de Atocha fue liberada, hacía muchas
estaciones que no había contemplado de frente la luz del sol y al tenerlo frente
a sí después de tan larga temporada, en un principio la lastimó y apartó su
rostro de él, cubriéndolo con su brazo derecho, pero después cual corola de
girasol, lo destapó giró su rostro dando directamente frente al astro, y sintió
paz, que ironía ahora estaba verdaderamente de cara al sol, pero no llevaba la
camisa nueva, aunque si tenía algunos bordados de sangre que ni el agua ni el
jabón habían podido ocultar, nunca pensó que la luz que ahora inundaba todo su
ser tendría un sabor, pero a ella le sabía a una cosa en especial, a libertad y
con ello todos los sabores que podría volver a disfrutar junto a los seres que
amaba y quiénes nunca la habían abandonado, sólo una oración del viejo himno
que otrora cantaba le cuadró en ese momento, aunque con un ligero cambio: "Arriba
mujer a vencer que en España empieza a amanecer".
Yolanda
de la Colina Flores
16
de septiembre del 2014
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