miércoles, 4 de febrero de 2015

EL SABOR DE LA LUZ DEL SOL




Le habían encerrado en ese oscuro lugar por no haber querido hacer el saludo romano ahora llamado íbero, ni  cantar por enésima vez  Cara al sol, el himno de la falange española de las JONS, su cuerpo y su mente se habían apartado de los ideales del la sección femenina, los cuales en un principio le habían agradado, pues no tenía nada de malo tratar de ser buena patriota y buena cristiana y cuando llegara el tiempo también quería ser una buena esposa. Pero cuando escuchó las palabras de Pilar sus creencias se derrumbaron y ya no quiso pertenecer más a ello, ahí en ese lúgubre calabozo aún reverberaban sus palabras: “Las mujeres nunca descubren nada; les falta, desde luego, talento creador, reservado por Dios para inteligencias varoniles; nosotras no podemos hacer más que interpretar mejor o peor lo que los hombres nos dan hecho”. No definitivamente, ella no podía comulgar con esa creencia. Cómo mujer revolucionaria y liberal tenía grandes aspiraciones por ello se había afiliado a esa sección y sus labores no habían pasado de unos simples afanes en mantener algunas tradiciones españolas, como la cocina o los bailes regionales y un afán paternalista que proponía la formación de las mujeres en el cuidado de los recién nacidos, medidas de higiene y formas de organización familiar, ahí no podía aspirar a nada más.



No sabe el tiempo que estuvo ahí, trataron de lavarle una y otra vez su masa cerebral sin éxito, quizás por que apenas tenía diecisiete años la dejaron con vida y no la molieron totalmente a golpes, o simplemente estaba en su destino vivir, sólo sabe que después de la matanza de Atocha fue liberada, hacía muchas estaciones que no había contemplado de frente la luz del sol y al tenerlo frente a sí después de tan larga temporada, en un principio la lastimó y apartó su rostro de él, cubriéndolo con su brazo derecho, pero después cual corola de girasol, lo destapó giró su rostro dando directamente frente al astro, y sintió paz, que ironía ahora estaba verdaderamente de cara al sol, pero no llevaba la camisa nueva, aunque si tenía algunos bordados de sangre que ni el agua ni el jabón habían podido ocultar, nunca pensó que la luz que ahora inundaba todo su ser tendría un sabor, pero a ella le sabía a una cosa en especial, a libertad y con ello todos los sabores que podría volver a disfrutar junto a los seres que amaba y quiénes nunca la habían abandonado, sólo una oración del viejo himno que otrora cantaba le cuadró en ese momento, aunque con un ligero cambio: "Arriba mujer a vencer que en España empieza a amanecer".



Yolanda de la Colina Flores

16 de septiembre del 2014

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