Hoy miro universo con sus hijos
pequeños matarifes, niños bomba,
cuando por ley se vuelve cotidiano
jugar a los pecados de los grandes.
Y visualizo al niño que rescata
de entre las llamas un harapo de chiquilla
limpiándole el resuello que escurre por su rostro
y ante este hecho, aunque no quiera, aún sonrío yo.
Las luces taciturnas de un farol
reflejan la sombra de una niña,
que lleva entre sus labios cicatrices
forjadas con sus dotes meretrices.
Un golpe iluminado baña el rostro
de una aprendiz precoz de madrecita,
perdida entre indiecitas de trapito.
Con este destello de ternura, aunque no quiera, aún sonrío yo.
En una caja idiota me presentan
un asesino a sueldo sin cartilla,
que poco a poco desgaja su coraza,
mostrando al fin su alma desgarrada.
En ese mismo invento unas mellizas
son párvulas con ojos preocupados,
porque a sus cuatro aún no tienen novio.
Ante esta inocencia inusitada, aunque no quiera, aún sonrío yo.
En trances como este la letra suena hueca.
los anhelos pueriles, la lucha inacabada.
Pero si alguien mantiene a los niños como niños.
Por más que yo lo intente, aunque no quiera, tendré que sonreír.
Yolanda de la Colina Flores
7 de marzo del 2011
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