Esta lánguida princesa,
con su tibio rostro níveo,
espera en su media luna,
hasta que sea plenilunio.
Su asiento tan singular,
a todo el reino enternece,
cornucopia cristalina,
con matices de Selene.
Se divierte y cataloga,
las estrellitas del cielo,
ella las autentifica
y las registra en los libros.
Con una tinta celeste,
va transcribiendo los nombres,
en los tomos que adecuados,
a la constelación pertenecen.
Su azul pequeño “ninot”,
aunque se muere de sueño,
siempre contempla paciente,
lo que a la nena entretiene.
Porque el sabe que la niña,
cuando la luna se llene,
se ha de bajar de la silla,
en la que ahora se mece.
Y jugarán a escondidas,
por los rayos de la luna,
deslizándose cual brisa,
entre los astros y estrellas.
Y porque sabe también,
que aquel que paciente espera,
un día la dicha le espera
y ha de pasarla muy bien.
Yolanda de la Colina Flores
4 de febrero del 2012
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