lunes, 28 de octubre de 2013

LA REINA DE LOS OCÉANOS Capítulo 1 (Cuento dedicado a mi madre)

 

Hacemos un paréntesis a la serie Earth Fairies Princess para celebrar el cumpleaños de mi madre con este cuento que cosnta de trece capítulos y el cual culminará exactamente el día de su onomástico.
A mi Madre en su cumpleaños como agradecimiento
por crear con amor, compartir y emocionarnos
noche a noche con sus más hermosos cuentos.

Capítulo 1
Confidente marítimo

Ondine no recordaba exactamente cómo había llegado a aquel lugar, a su mente acudían vagas ideas, rememoraba el hecho de que un día, que ahora le parecía muy lejano, había encontrado una enorme ostra cuyo caparazón le había parecido una de las cosas más vistosas con la que se hubiera topado en su vida. Al principio obviamente su apariencia le había atraído, pero a medida que se acercaba a ella ésta se fue abriendo al tiempo que desvelaba en su interior la más hermosa perla que Ondine hubiera visto nunca. Aunque el cumpleaños de su madre estaba lejano, a la niña le pareció que aquella singular perla, si no tenía dueño, seguramente sería un maravilloso regalo para ella.

La perla tenía unos increíbles tonos violáceos, pero según el ángulo en que la observara, estos tonos cambiaban y pasaban por una gama interminable de colores, Ondine estaba fascinada con ella y sin temor se adentró en la ostra a fin de poder apreciar la perla más de cerca, en cuanto la pequeña puso sus dos pies dentro de ella ésta se cerró de inmediato. Ondine no sintió ningún miedo, estaba acostumbrada a los exabruptos del mar, no en vano había vivido en sus profundidades desde que nació. Era un ser oceánico, pero no era una sirena, poseía dos hermosas piernas al igual que toda su familia, pero todos ellos podían respirar sin problema en las profundidades del mar, aunque tenían conocimiento del mundo terrenal, no le conocían ni les interesaba, se conformaban con de vez en cuando acercarse a las playas, para ellos era más que suficiente. 

Quizás era una especie variable de los humanos cuyos antepasados que en épocas muy remotas habían preferido evolucionar dentro de los océanos en lugar de la tierra, pero como esta cuestión no es importante dilucidarla para contar esta historia la dejaremos en una simple especulación, nos basta con desvelar que Ondine vivía bajo el mar y su mundo estaba circunscrito a él.    

Así que, retomando la historia, diremos que Ondine estaba dentro de la ostra gigante esperando a que transcurriera en tiempo necesario para que esta volviera a abrirse, tomar la perla si esta no tenía dueño y ponerla a buen resguardo hasta que llegara la fecha del cumpleaños de su madre, ésta no era cualquier ser, ya que ella no era ni más ni menos que la reina de los océanos un ser muy importante dentro de su mundo, porque además de la relevancia le confería el hecho de ser una regia majestad oceánica, era como es lógico suponer, uno de los seres que Ondine más amaba. 

Transcurrieron, segundos, minutos, horas y la ostra no se abría, por lo que a Ondine le venció el sueño y se durmió dentro de ella, cuando despertó la ostra estaba abierta, pero para su sorpresa la perla ya no estaba, así que con resignación salió de ella, de inmediato se dio cuenta que no se encontraba en sus lares, el  paisaje había cambiado por completo y no se parecía a nada que ella recordara y vaya que había realizado muchos viajes bajo el mar; seguramente la ostra se había desplazado entre las aguas y la había transportado hasta otro lugar muy lejano o por lo menos desconocido para ella.

A su paso encontró un castillo que le pareció bello y espacioso, repleto de peces dorados que deambulaban a su antojo entrando y saliendo él, en los muros de la entrada había una especie de cabina telefónica de esas que se usaban antiguamente con forma de una boca de pez, descolgó el auricular y de inmediato alguien le contestó: -Majestad, estamos a sus órdenes, indique lo que necesita y de inmediato lo tendrá- Ondine se quedó perpleja y sin poder emitir palabra colgó nuevamente el auricular. Se dirigió a la puerta de entrada y solo pudo tocar una sola vez porque esta se abrió de par en par en el momento que ella separó de la puerta los nudillos de su mano.

Se adentró y comprobó que era un hermoso hábitat, parecía haber sido construido para ella, en él había todo lo que ella siempre había deseado, un recibidor con asientos a su altura hechos de los más bellos materiales que pueden encontrarse en los océanos, una salita de acuerdo a su tamaño, adornada de corales por doquier, había peceras donde diminutos peces dorados, se zambullían y brincaban fuera de ellas libres. Una habitación con sus colores predilectos y todos los ornamentos que le agradaban. -¡Un momento!-, pensó para sí, -¡pero si es exactamente igual a mi hogar, solo que está dispuesto de forma diferente, parece como un reflejo de él!, humm… lo único que encuentro mal es que aquí no está mi familia, ¿qué es todo esto?, ¿qué está pasando?-

Como si lo hubiese dicho en voz alta de inmediato aparecieron dos peces dorados vestidos con libreas de mayordomo y haciendo una reverencia le dijeron al unísono -¿Nos llamó su majestad?, estamos a sus órdenes, indique lo que necesita y de inmediato lo tendrá- .  Ondine volvió a pensar en silencio -¡Vaya otra vez la misma canción!, bueno vamos a seguir el juego a ver si alcanzo a poner algo en claro.-

Se plantó delante  de ellos y debido a que éstos le consideraban su majestad con voz autoritaria les cuestionó, les pidió le aclararan que era ese lugar y que estaba haciendo ella ahí. Los peces le sacaron de sus dudas siempre hablando juntos, pero como ambos decían exactamente lo mismo no tuvo problema en comprenderles. De esta manera supo que se encontraba muy lejos de su hogar, exactamente en las antípodas de éste. Por alguna razón que desconocían había sido enviada ahí, probablemente tendría que realizar alguna prueba, tarea o misión especial; que viviría con la misma comodidad e implementos a los que estaba acostumbrada, pero no podía salir de ahí hasta que no hubiese cumplido su misión. Ellos podían concederle casi todo lo que se le ofreciera, excepto el retornarla a su hogar, la disposición de esta situación no era inherente a ellos, había sido provocado en parte por el creador de los océanos y en parte por su propia curiosidad y desconocían cual era el propósito de ello.

Ondine era una nena inteligente y aceptó en apariencia su sino, se dedicó a vivir tal como en su casa, esperando y tratando de propiciar la situación que le llevara de regreso a los brazos de su amada familia. Su principal afición era hacer muñecas, sus cuerpos y vestimentas y en ello era una puppieter consumada. Las fabricaba con toda clase telas y géneros, con ovillos de lana en tricot o crochet, y les adornaba revistiéndolas de toda caracola, conchita, piedrita o cuentita que le parecía adecuada para engalanarlas. Este arte lo había aprendido en las clases de costura, tejido y bordado que su madre con mucha paciencia le había enseñado, ella era buena haciéndolo, pero su madre, ¡ah, su madre, era inmejorable!

Un día se encontraba en la pequeña sala haciendo una pequeña muñeca de coral, cuando sin remedio no pudo evitar que las lágrimas acudieran a su mirada, recordaba y extrañaba a sus padres y a toda su adorada familia y se sintió triste, muy triste. De pronto recordó que su madre le había dicho que nunca estaría sola… en eso estaba meditando cuando al mismo tiempo por la ventana apareció el pez dorado más hermoso que Ondine hubiese visto, tenía unas aletas que semejaban alas, y le sonreía. Se acercó a él y estuvieron conversando largo rato, le dijo que era su guardián y a partir de ese día siempre estaría con ella, que había tardado en aparecer exactamente el tiempo en el que ella logró acordarse de él. Y en efecto, a Ondine le resultaba familiar, pero no recordaba dónde le había visto anteriormente. Aunque era un pez dorado su nombre era Ángel y le cuidaría aún cuando estuviese dormida.

A partir de ese momento Ángel y Ondine serían inseparables ahora la nena tenía un confidente con el cual compartía todas sus glorias y penas y este le escuchaba y le confortaba grandemente. 

Yolanda de la Colina Flores
Otoño del 2013

    Safe Creative #1309075728215

No hay comentarios: