Capítulo 4
Besito de
buenas noches
Al día
siguiente Ondine estuvo probando sus increíbles zapatitos, midiendo y cambiando
el contenido del aire dentro de sus tacones, hasta que encontró la medida
exacta para trasladarse a la mayor velocidad que le era permitido por su
invento.
Estuvo también
realizando experimentos sobre la duración de la propulsión y la forma de ir
rellenando los tacones constantemente de tal forma que le fuera permitido
recorrer largas distancias, su persistencia le valió para alejarse del castillo
hasta otros confines, visitó arrecifes que desconocía y parajes oceánicos que
nunca antes había recorrido, en sus viajes siempre le acompañaba su inseparable
guardián.
Ondine pensó
que su invento era lo que necesitaba, sin embargo aún no lograba alejarse de
aquellos lugares lo suficiente y aún le costaba trabajo movilizarse sin
cansarse, aún cuando avanzaba más rápido que cuando nadaba como lo hacía
habitualmente, aún tardaba mucho en avanzar a la velocidad que requería para
volver a su hogar, sin embargo no se desesperó, al día siguiente iniciaría
otros tipos de métodos de movimiento, tenía que buscar la manera de desplazarse
más rápidamente.
Varias veces
consultó con Ángel sobre como mejorar sus movimientos en el agua, éste con
paciencia le enseñaba diferentes formas de nado y desplazamientos, con lo cual
Ondine mejoró bastante, pero aún no llegaba a su objetivo, así que después de
meditar por un rato, regresó al castillo y mientras comía un diminuto bocadillo
su cabeza no dejaba de fabricar una horda, aparentemente sin control, de
pensamientos.
Estuvo
trabajando varias horas en su estudio de labores, fabricó varios pares de
zapatitos de diferentes colores, los estuvo probando de una y otra forma
haciendo anotaciones de los resultados en una pequeña libretita, hasta que le
sorprendió la noche, escogió de entre todos los pares de zapatos uno que le
pareció genial y tomó de su gran vestidor un vestido a juego para probarlos al
otro día, recogió y guardó todos sus enseres, dejó todo preparado para su viaje
y se retiró a su habitación.
Esa noche se fue dormir con una nueva esperanza en su vida, acomodó
junto a si, en su lecho, algunas de sus muñecas, resguardó como siempre junto a
su corazón los muñequitos que de su familia poseía, éstos se habían convertido para ella en una
especie de fotografías tridimensionales que miraba cuando la nostalgia le
invadía. Se acurrucó y se dispuso a dormir, al instante apareció a su lado
Ángel quien con mimos y cuidados la arropó, le dio un besito de buenas noches y
se dispuso a velar su sueño.
Yolanda de la Colina Flores
Otoño del 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario