Capítulo 2
Através del
ojo de un pez
Al igual que
su madre Ondine también era una excelente narradora de cuentos y cada vez que
lo hacía acudían a su entorno algunos peces dorados que habían resultados
agraciados con una invitación especial, a veces les narraba historias que en el
momento se le ocurrían, otras veces les leía un cuento que había escrito, en otras
ocasiones organizaba juegos de adivinanzas y acertijos y después les invitaba
una deliciosa merienda en una terraza que daba a su habitación.
Una tarde invitó
a esta reunión a una serie de pececillos y había decidido leerles un cuento que
acababa de terminar esa mañana, también había hecho las ilustraciones del mismo
y pensaba enseñárselas a sus amigos a la vez que les leía, pero ese día las
burbujas del océano no dejaban de jugar con ella, le hacían cosquillas por
doquier y se interponían entre su mirada y las letras escritas sobre el papel.
Por más que lo intentaba no conseguía pasar de la primera página y no acertaba
que hacer para continuar leyendo.
Pensó en
narrarlo de memoria, pero para mostrar las ilustraciones del cuento en el
momento justo, debía seguir la narración dentro del libro, de pronto Ángel se
ausentó por un momento y la nena sintió si es posible más angustia, pero este
regresó rápidamente llevando consigo un pez dorado con un ojo enorme, lo puso
frente a su cara y entonces se percató que éste le servía como una maravillosa
lupa, ya no veía burbujas por doquier y ahora podía contar su historia con toda
libertad.
Aunque Ondine
era feliz con su vida diaria, no dejaba de pensar en su hogar y sus seres
queridos y entonces se fabricó un muñeco de tela de cada uno de ellos, cuando
los hubo terminado los guardó en una pequeña bolsita, eran tan diminutos que
todos cabían en la palma de su mano, así que la bolsita la llevaba cerca de su
corazón por la parte interior de sus ropajes, de esta forma sabía que estaban cerca
de ella en pensamiento y en forma virtual a través de los muñequitos y nadie,
sólo ella, podía admirarlos y visualizarlos cuando a ella se le antojara.
Como tenía
mucho tiempo disponible, después de hacer sus deberes se fabricaba su propia
ropa y calzado con los mismos materiales con que elaboraba sus muñecas, pero
su principal preocupación era salir de ahí y por lo tanto deseaba fabricarse
algún implemento que le permitiera desplazarse más rápidamente por las
profundas aguas del océano. Debido a sus estudios y su afición desmesurada por
la lectura, tenía muchos cocimientos de diversos ámbitos tecnológicos, probó y
probó cientos de artefactos y no lograba su propósito, Ángel la observaba
sonriendo con ternura y la motivaba a no cejar en su empeño. Hasta que un día
Ondine lo consiguió, ¡había encontrado el objeto perfecto para viajar con
rapidez por el ancho mar!
Yolanda de la
Colina Flores
Otoño del 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario