El
se despertó con los clásicos síntomas de una resaca, nada especial, como tantas
otras que ya había tenido, a veces su gusto por el vino le jugaba malas pasadas,
no podía contenerse y rebasaba su límites, la verdad cuando lo hacía jamás
parecía estar ebrio, hablaba y se comportaba como si apenas empezara a beber el
primer trago, sabía que se había sobrepasado solamente por la maldita resaca
que al día siguiente se lo recordaba.
Pero
en esta ocasión algo raro pasaba, el techo que ahora observaba postrado en el
lecho no le era familiar, como si le hubieran dado un latigazo se levantó como
un resorte y analizó su entorno, al parecer estaba en una habitación de hotel,
todo lo así lo indicaba, los muebles estaban dispuestos en la forma típica que
éstos lo hacían, asomó por la ventana y efectivamente se encontraba en la
avenida principal del centro de su ciudad en el famoso hotel Ambassador, aunque
nunca había estado en las habitaciones lo conocía porque sus últimas pesquisas
como detective lo habían llevado hacia ese afamado lugar, específicamente a la
zona de servicio en el área de planchado donde una de las mucamas había sido
asesinada con un objeto contundente, todo indicaba que podría haber sido un
atizador de la chimenea, pero el arma homicida aún no había sido localizada, no
fue encontrada en la escena del crimen, y aunque todo el equipo de policías que
acudió a precintar el lugar había buscado acuciosamente por todo el hotel, no
habían encontrado nada ni siquiera a ciento cincuenta metros a la redonda.
El
inspector Reid, no entendía que hacía ahí, tampoco recordaba como es que había
arribado a ese lugar, sus entrenados sentidos ya habían visualizado varias
cosas extrañas en la habitación, un vaso chato de vino hecha añicos sobre la
alfombra, del cual solo la base quedaba intacta, sobre el buró reposaban una
pila de viejas novelas de suspenso, algunas de sus preferidas, a su lado casi a
punto de resbalar un collar de plata que pertenecía a su abuela y hasta hoy
todos creían extraviado, lo reconocía por su retrato al óleo que sobre la
chimenea de su casa aún reposaba.
De
repente, como una moneda que cae dentro de una alcancía, un detalle saltó a la
vista, entre la pila de las antiguas novelas de suspenso había una que nunca había
leído, cierto que era más inminente y urgente saber porque se encontraba en ese
sitio, pero una fuerza superior a él y que no alcanzaba a comprender lo impelía
a tomar entre sus manos la intrigante novela, chasqueó los dedos y se dispuso a
vestir su siempre elegantes vestiduras, lo hizo de prisa en forma automática,
recogió el collar de su abuela, lo guardó en uno de sus bolsillos y cuando ya
tenía agarrado el pomo de la puerta, su mirada retornó de nuevo a posarse sobre
aquellas novelas, nada le impedía tomarla y llevársela, pero no, el sentía la
imperiosa necesidad de abrirla y echarle una ojeada, después de todo sólo
serían unos minutos, en su mente quedaría registrado el título y el autor y
seguramente la localizaría en su librería preferida.
Se
sentó sobre el mullido sillón muy próximo al buró de noche y con impaciencia
tomo la novela, el autor no le decía nada, nunca había leído algo de él ni lo
reconocía entre sus preferidos, pero el título le parecía familiar “Los
crímenes de Albert hall”, ¡claro!, seguramente se basaba en la serie de hechos
que se habían suscitado en ese lugar, pero ¡alto!, eso no era posible, los
hechos aún estaban bajo el secreto de sumario en tanto no se celebrara el
juicio contra el responsable de tan terribles sucesos, ¿serían otros hechos?,
empezó a leer con avidez , pero no, ahí se relataban uno a uno los pasos que el
había dado, en lugar de hacerse más preguntas siguió leyendo, ahora ya se
saltaba capítulos completos en los que por supuesto conocía su contenido, de
pronto se sintió mareado y estaba casi seguro que perdería la conciencia, se
vio dentro de un torbellino, girando sin parar, ahora estaba en otro escenario,
su inspector en jefe lo interpelaba y el no alcanzaba a comprender lo que éste
le decía, aclaró sus pensamientos y escuchó de nuevo la pregunta que éste le
formulaba.
Inspector Reid, ¿encontró el collar de su abuela?-
El inspector
Reid palpó su bolsillo y asintió con la cabeza.
Eso quiere decir que su familia estaba en la
lista de objetivos del asesino, suerte que ya esté a buen recaudo. Inspector ha
sucedido algo inexplicable, en su salida intempestiva, usted tiró uno de los
vasos de vino que estábamos bebiendo, hace un rato estaba aquí mismo hecho
añicos, pero no logro saber como ha desaparecido.-
No, inspector en jefe, no ha desaparecido, está
ahí junto a sus pies, musitó con la boca seca el inspector Reid.-
¡Oh!, debe haber sido un desvarío mío, es que
esta investigación nos ha mantenido en vilo y no hemos descansado como es
debido, ahora que está resuelto vayamos a beber una copa.-
No, inspector en jefe, la verdad que por hoy no
quiero saber de copas, mejor me marcho, me esperan en mi hogar.-
Una
mucama entró a la habitación del hotel y vio que alguien había dejado caer
sobre el suelo una de sus novelas favoritas, una de las secuelas de las
aventuras del Inspector Reid, la volvió a colocar donde estaba, ya la terminaría
de leer más tarde, después de concluir su trabajo, al fin nadie iba por esas
habitaciones que ahora estaban esperando para su remodelación.
Yolanda
de la Colina Flores
8 de
agosto del 2014
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