Había un pueblo de rapados
todos
al estilo brush,
se
sentían britanizados
por
su flema y por su look.
Era un pueblo sojuzgado
con
manías y rarezas,
odiaban
los pensamientos,
ideas
o inteligencia.
Como todas las ideas
van
floreciendo en la testa,
les
segaban las ideas
rapándoles
la cabeza.
Ellos no tenían melena
ni
tampoco pensamientos,
y
así sin gloria ni pena
se
sentían satisfechos.
Más un día inesperado
un
pensador les nació,
y
según iba creciendo
le
afloraban pensamientos.
Eran pensamientos tiernos
de
bondad y de inocencia,
más
los otros sin clemencia
se
burlaban de su testa.
Como él era un alma buena
y
ellos le daban gran pena,
sus
ideas cercenó
y
un rapado se volvió.
Pero estaba muy contento
pues
con el paso del tiempo,
el
sabía que muy pronto
pensamientos
le saldrían.
Y tenía la esperanza
de
que un día el pueblo entero,
comprendiera
que no es bueno
tener
rapada la testa.
Que es bueno ser pensador
y
tener regia melena,
y
que es liberador
el
tener muchas ideas.
Y así vive el pensador
de
los tiernos pensamientos,
deseando
que un día por fin,
les
emerjan pensamientos.
Yolanda de la Colina Flores
25
de marzo del 2013
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