Capítulo 1
La cubertería desquiciada
En la casa de Valeria y Tatiana, siempre ha reinado el
orden por doquier, en las habitaciones, las salas de esparcimiento o estar, la
pulcritud y prolijidad siempre están presentes, los lugares de aseo personal y
de enseres brillan con un resplandor
inusitado y en ellos existe tal asepsia que incluso se podrían utilizar en
cualquier intervención quirúrgica sin temor a provocar algún tipo de infección.
La cocina de su casa no escapa a esta regla general, se
destaca en todo el barrio circundante porque a pesar de que ahí se preparan los
manjares y ambigús más elaborados, siempre está límpida y pulcra.
Un mal día la cocinera se despidió de las niñas toda
enfurruñada, según lo que ella contaba toda la cubertería como un ejército de
sindicalizados militantes se negaban rotundamente a trabajar y así las cosas
ella no podía preparar absolutamente nada para comer, había intentado de muchas
formas de convencerles, pero éstos sin remedio, se negaban a cumplir con sus
obligaciones.
A pesar de que las nenas lloraron cual pequeñas
magdalenas y suplicaron a su querida cocinera rogándole que por lo menos
esperase hasta que su madre regresase del hospital donde había tenido que
partir ya que sus nuevos hermanitos, por causas que ellas desconocían querían
adelantarse a su fecha programada de nacimiento, que dicho sea de paso eran
otro par de gemelitos al igual que las niñas, éstas no consiguieron hacerla
cambiar de opinión, la señora Pay no
podía vivir en este mundo sin cocinar, le entraba una depresión y una ansiedad
que según ella podían llevarla a cometer cualquier atrocidad; ante tal
panorama, las pequeñas no tuvieron más remedio que dejarla partir.
Afortunadamente Vale y Tati no se quedaron
completamente solas, estaban acompañadas de Genoveva que se encargaba de ayudar
a su madre en las labores propias del hogar, excepto cocinar por supuesto y Ambrosio
un jardinero, que tenía la fantástica capacidad de ser viejo, sabio, alegre y
jovial al mismo tiempo. Estos dos habían tratado de convencer también a la
huelguista cubertería de cumplir con sus obligaciones, pero habían tenido el
mismo éxito que la señora Pay.
Las pequeñas se encerraron en su habitación, y
estuvieron deliberando unas cuantas horas, sus cuidadores sólo alcanzaban a
percibir uno que otro cuchicheo, pero de lo que este par había resuelto
finalmente, no llegaron a enterarse. Ellos vieron al dueto dirigirse a la
cocina con una resolución y empuje que sólo demostraban cuando estaban en época
de exámenes.
La primera en entrar a la cocina fue Valeria y pidió a
su hermana Tatiana la esperara fuera hasta que ella no hubiera parlamentado con
los insurrectos. Al traspasar el umbral no pudo menos que llevarse las manos a
la boca, para contener el grito que de ella quería escapar, ¡La cubertería
ahora era casi de su tamaño y estaba envuelta con una mantel a cuadros,
temblando como si toda ella estuviese tiritando de frío!, por ahí, quedaban
algunos que otros que aún tenían su tamaño original, pero parecían estar en
letargo o dormitando. Al ver los
cubiertos que intentaban mantenerse tapados por el mantel, Valeria pensó para
sí.
-Esto es imposible, estamos en pleno verano, ¿qué es lo
que está pasando aquí?-
Se dirigió a los temblorosos y poco a poco fue tirando
del mantel, la cubertería se resistía, después de un buen rato de tira y afloja
Valeria al fin dijo en alta voz -¡Quiero parlamentar!, ¿quién es aquí el cabecilla?-
Poco a poco salió de entre los pliegues del mantel un
tenedor y con voz temblorosa y tartamudeante dijo -Yo-
Valeria lo acribilló a preguntas, que porqué se negaban
rotundamente a participar en los procesos de elaboración de la comida, que
porque habían crecido a tales magnitudes, que porqué se ocultaban bajo un
mantel, que porqué temblaban y hablaban con ese tartamudeo, en fin, un bla,
bla, bla, interminable; hasta que se centró y dijo que en resumidas cuentas
deseaba saber que diantres era lo que ahí estaba sucediendo.
Finalmente el tenedor apoyado por una cuchara, le
explicó que se resistían a trabajar, porque el lugar ya no era propicio para
realizar lo que tanto amaban en otros tiempos, y sin más preámbulos le dijeron
a la sorprendida nena, que ellos jamás trabajarían en una cocina que se
encontraba infectada de insectos.
-¡Insectos!, ¡imposible!, replicó Valeria, esta es la
cocina más límpida de toda a región, ¡Jamás un insecto ha osado poner sus
sucias patas en este lugar!-
Los cubiertos informaron que había un batallón de ellos
agazapados por diversos lugares de la cocina, que les daban un asco terrible, incluso
les proporcionaban tal malestar, que les daban mareos y ganas de vomitar al
verlos, que les temían de tal forma que les temblaba el cuerpo y no podían
hablar correctamente.
-¡Tonterías!- dijo Valeria- ¡Ellos son más frágiles que
ustedes, son sencillos de eliminar, tienen caparazones endebles y tirados de
romper, se resquebrajan fácilmente, además ustedes han sido hechos de acero
inoxidable, son prácticamente indestructibles, ¿que les pasa?, ¿qué miedo les
puede tener?
La cuchara respondió temblando –Su aspecto… ¡es
terrible!-
_!Venga, venga!- Respondió Valeria sonriendo –¡Les voy
a demostrar que ustedes pueden con ellos, vamos llevadme a donde esté alguno de
ellos!
La cuchara se resistió y después de algunos toma y
daca, finalmente el tenedor se ofreció a llevarla. Abrieron una alacena y de
ella emergió una especie de pulga que rebasaba los tamaños estándares, Valeria
sintió que algunos cabellitos de la nuca se le erizaban, pero no cejó en su
empeño ni retrocedió, tomó el tenedor y amenazó al raro insecto, con todo el
volumen que sus fuerzas le permitían, amonestó a la criatura en actitud
amenazante
-¿Qué eres y que haces aquí, criatura?, ¡Responde o
perecerás al instante!
Tatiana escuchó tras la puerta las últimas frases
emitidas por su hermana y sin pensarlo más se adentró en la cocina, la escena
que ante sus ojos apareció, hizo que de inmediato éstos se agrandaran casi del
tamaño de un plato y su boca, aunque ella lo quisiera, no podía cerrarse, estaba
en un estado morfológico de una letra O latente. Ahí ante su desorbitada vista,
estaba su hermana, sobre la mesa, con un enorme tenedor tratando de contener el
ataque de una pulga superlativa.
Yolanda de la Colina Flores
22 de septiembre del 2015
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