Capítulo
2
Un servicio fiel
Mientras, Vale desvió la mirada para tratar de proteger
a su hermana impidiéndole que se acercase, desconocía el peligro que el bicho
representaba y no deseaba que Tati estuviera ni remotamente cerca de él, la
especie de pulga se desapareció de su vista, brincó hacia un lugar que ella
desconocía y se había esfumado.
Vale bajó de la mesa y con una velocidad pasmosa
informó a su allegada todo lo que estaba aconteciendo, afortunadamente desde el
útero materno habían compartido pensamientos y el lenguaje por veloz que
hubiese sido utilizado resultó del todo comprensible para Tati, sin embargo la
explicación de los hechos no le proporcionaba lo que su mente deductiva
requería, ¿qué era lo que realmente estaba pasando ahí?, al ver la expresión de
Tati, Vale comprendió la serie de preguntas que seguro se estaba haciendo su
hermana y antes de cavilar nada, se acercó a ella.
Tati que siempre había sido la más intuitiva por
naturaleza, señaló a su hermana que ahí pasaba algo completamente fuera de los
normal, por principio de cuentas, le sorprendía que su hermana no se hubiese
quedado perpleja cuando la señora Pay les había indicado que la cubertería
estaba en rebelión, jamás habían oído hablar de algo semejante, el servicio de
cubertería siempre había sido fiel a la familia, por múltiples generaciones,
realizando siempre la misma función sin queja alguna, se dejaban utilizar sin
chistar, incluso para otros menesteres como cuando ellas les había utilizado
como pequeñas palas para plantar flores en el jardín, se dejaban lavar y pulir
y no se movían ni un ápice de los lugares que en las alacenas tenían asignados.
Porque de repente este despertar a la vida, porque
habían cambiado de tamaño, ¿acaso, tenía que ver la decoración con que su madre
revestía la cocina?, es verdad que ésta parecía tener una cierta fascinación
por las cuberterías, todo artículo decorativo en aquel lugar hacía referencia a
ello, si no había más que echar una ligera miradita para darse cuenta. ¿Y el
batallón de insectos de dónde había salido?, aunque Tati dudaba que
efectivamente se tratase de un destacamento de tales magnitudes, simplemente no
creía que los muebles de la cocina pudiesen, ya no digamos albergar, sino
ocultar tal volumen. Vale asentía con la cabeza dando su aprobación a todas las
observaciones que iba haciendo su hermana. Hubo un pequeño silencio, que a
todos los que estaban ahí les pareció una eternidad. Finalmente Tati dijo a Vale
que no creía que ella debería tratar a los cubiertos como una verdadero
conjunto de insurrectos, ellos temían y por eso se comportaban así, seguramente
si los trataban de otra manera su actitud sería diferente, siempre habían sido
un servicio fiel y eso estaba ahí en su memoria.
Vale no perdió el tiempo y de inmediato se plantó ante
la temblorosa cubertería y con tono amable y conciliador les dijo que si
estaban dispuestos a ayudar a deshacerse de los temibles invasores, ellas les
necesitaban y no tenían a mano nada más adecuado que ellos para defenderse. Como
Tati había pronosticado, éstos aunque temerosos se pusieron de inmediato a su
servicio y su actitud a medida que pasaba el tiempo iba cambiando, cada momento
que pasaba ellos parecían más y más valerosos.
Para no ser escuchados por los temibles insectos, todos
se refugiaron en el cuarto de juegos, ahí idearon entre todos una serie de
estratagemas para combatir el enemigo, incluso empezaron a formar todo un
ejército en línea, que si los tenedores eran la infantería porque su cabeza
parecía un diseño singular de bayoneta, que si las cucharas eran la artillería
porque podían lanzar con sus cabezas proyectiles, la caballería la componían
por supuesto las cucharitas de té y café montadas sobre los todos los poderosos
cuchillos de mesa, desde los utilizados para untar mantequilla hasta los filosos
chuleteros, la montura y corcel estaba proporcionalmente adecuada al jinete .
Toda la demás cubertería que no entraba en estos lineamientos fueron
considerados ejército de reserva y tenían indicaciones precisas de en que
momento actuar, por ejemplo los trinches para enganchar mangos y mazorcas de
maíz, eran una especie de jabalinas vivientes que debían salir volando a atacar
el enemigo en caso de que los demás destacamentos hubieran fallado en su intento.
Con los demás utensilios crearon un equipo
especializado, los deshuesadores servían de lanza a las pequeñas, el cuchillo
cebollero iba al frente abriendo paso a todos los demás, el de sierra les
cubría los flancos, el de puntilla iba casi al ras de la tierra para detectar
cualquier individuo bajo los muebles, por el descorazonador desplazaban
guisantes congelados que servían como balas de cañón, el abrelatas se sentía
reivindicado, últimamente poco usado, se creía importante al girar su manivela
con la que hacía un ruido ensordecedor que seguramente atemorizaría al
enemigo. Las tijeras como siempre,
estaban ahí para cortar lo que hiciera falta, el sacacorchos, con sólo mirarlo
en acción ya infundía temor, así que no le asignaron ninguna otra tarea más que
la de asustar, al igual que el abrelatas, cada uno cubría uno de los flancos. El
pelador por supuesto tenía la misión de pelarse sin miramientos, al primero que
se le pusiera enfrente, el rallador la de desmoronar al enemigo, el batidor
generaba tal ventisca, que seguramente podría lanzar bien lejos a cualquiera
que se acercase peligrosamente. Todo el escuadrón de pinzas servía para atrapar
cualquier cosa y no dejarla escapar, las cucharas de cocina, el cucharón, el
cazo sopero y la espumadera servían de catapultas de patatas, cebollas y
tomates; las verduras y legumbres sin excepción estaban encantadas de
participar. En caso necesario la chaira y el cuchillo para cortar jamón estaban
listas para servir de arietes.
Olvidaron sin embargo un instrumento, este objeto pertenecía
quizás a la tatarabuela, aunque nadie sabía a ciencia cierta desde que
generación procedía, tal vez porque a lo largo de muchos años su presencia no
había sido requerida, todo el mundo había adquirido distintos modos de
arreglárselas sin necesidad de usarlo, incluso la madre de Vale y Tati, se
jactaba de que podía hacer la función de este utensilio con una sola mano.
Triste y apesadumbrado se resguardó en un armario, donde sabía que no se había
infiltrado ningún bicho y desde la rendija de las puertas, observaba todo lo
que acontecía.
Tati fue sigilosa a la cocina, deseaba ver si los palillos
metálicos para botanas, podían servirles de espadas, estos palillitos eran poco
utilizados y se la pasaban durmiendo, así que se habían quedado al fondo del
cajón totalmente súpitos sin enterarse de todo lo que estaba pasando. Tomó uno
con cuidado y ni siquiera se inmutó, continuó durmiendo, incluso a Tati le
pareció escuchar un pequeño sonido que parecía un ronquido, espantó sus
pensamientos y empezó a hacer movimientos de esgrima con el palillo, como si
fuese un experto espadachín. De pronto, frente a ella, estaba una especie de avispa
de un tamaño descomunal, posada sobre la encimera del fregadero, ella retrocedió
unos pasos, pero el bicho no la atacaba, parecía danzar al ritmo con el que ella movía
el palillo metálico convertido en espada, cuando el singular insecto se puso en
dos patas, Tati lo tomó de inmediato como una actitud ofensiva y salió
disparada, corriendo en retirada de la cocina.
Yolanda de la Colina Flores
22 de septiembre del 2015
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