Capítulo
7
Las nenas no lloran
Como siempre en estos casos Tati era la primera en llegar
a socorrer al caído, tomó la cebollita y la colocó sobre una superficie de
madera y empezó a estudiar la gravedad de la cortada, con tristeza vio que de
la cebollita emanaban gran cantidad de jugos, Vale estaba tranquila porque no
creía que existiera en todo el mundo nadie mejor que su hermana para reparar la
cortadura, pero esta vez se equivocaba Tati no tenía ni la menor idea de cómo
ayudar a contener la salida de los jugos de la pequeña allium cepa, además
había otro problema, el compuesto azufrado de dichos jugos, el famoso sulfuro
de alilo, empezaba a hacer sus efectos en toda la concurrencia que se
arremolinaba alrededor de la mesa sobre la cual Tati había posado la tabla de
madera en la que había recostado a la cebolla, empezaron a moquear y después
irremediablemente a llorar, por lo que Vale tuvo que retirar a la desintegrada
tropa a lugares más alejados de la mesa de operaciones.
Tati pensaba y repensaba como cubrir ese corte, era una
especie de tela, pero sabía que en este caso el engrudo y los pañuelitos
desechables de fino papel no servirían para nada, la textura de la piel de la
cebollina era tan lisa y a la vez porosita que ninguno de los recortes de tela
y géneros que su madre les había regalado para hacerles vestidos a las muñecas
funcionaría.
De pronto uno de los insectos se posó sobre la mesa, no
supieron como llegó ahí porque no lo vieron sobrevolar ni acercarse al lugar,
de repente estaba ahí, parecía haber emergido de la nada, era un insectos
similar al llamado insecto de palo, corteza u hoja, que caminaba con un aire
pausado y sosegado, como en cámara lenta. Tati entendió porque no lo habían
visto aproximarse ya que estos insectos son especialistas en camuflaje. No
pensaron ni por un momento en que podía resultar peligroso, más bien sentían
que su presencia era necesaria y se sentían aliviados con ella.
Efectivamente el insecto resultó ser de gran ayuda para
salvar a la cebollita, empezó a tomar de su propio cuerpo pequeños trozos de su
corteza los cuales pedía a la nena
mojara en el fluido que había salido de la pequeña cebolla, Tati así lo hizo y
con ello iba cubriendo poco a poco la herida de la enferma. Milagrosamente esta
iba cicatrizando de inmediato, y lentamente la cebollina recuperaba su color
original, hasta que finalmente abrió los ojos y esbozó una pequeña y tímida
sonrisa.
Todos gritaron vítores y Tati abrazó al insecto que
ahora ayudaba a bajar de la mesa a la pequeña cebolla, quien después montó en
su lomo y se paseaba majestuosa por todos los lugares de la cocina, aunque el
viaje era lento, ella iba encantada.
Yolanda de la Colina Flores
22 de septiembre del 2015
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