Capítulo
8
La capitulación
Todos estaban mudos, sin poder emitir ni un monosílabo,
las hermanas depusieron las armas, dejándolas caer al suelo y cuando se
aproximaron al grupo de insectos éstos erguidos en dos patas, extendieron sus
patas delanteras en señal de querer proporcionar un abrazo, las niñas
accedieron al gesto sin temor y una a una fueron abrazando a cada uno de los
insectos.
No existía tal enemigo, todo se había desorbitado y
magnificado, poco a poco comprendieron que a veces las primeras impresiones no
nos muestran toda la verdad, y los insectos también entendieron lo mismo, la
cubertería con sus pinchos y lados filosos solo habían sido construidos así
para poder cumplir la labor para la que fueron creados.
Se instalaron en una interesante conversación en la que
cada cual contaba su vida y experiencias y en minutos ya estaban haciendo
migas, platicaban reían y a veces de cuando en cuando se carcajeaban y algunos
se daban tiernos abrazos.
Ambos ejércitos capitularon y depusieron las armas, si
es que alguna vez las hubo, y en el relajamiento de la situación todo pasó a
ser guasa y regocijo; entonces decidieron jugar entre todos y en la cocina la
cubertería se aprestó a sus funciones y dejó que las nenas preparan una comida
deliciosa para todos los integrantes de la familia, infortunadamente aunque
llamaron al a señora Pay indicándole que todo se había
solucionado y que ahora los cubiertos estaban a su entera disposición al
enterarse que de aquí en adelante debía convivir con los insectos, declinó la
invitación y nunca más regresó a trabajar para la familia. _!Qué lástima, con
los fabulosos Pies que hacia¡_
dijeron las al unísono las niñas.
Mas tarde, mientras toda la cubertería se daba un
fabuloso y necesario baño de burbujas en el lava vajillas las nenas y los
insectos remontaron por el cielo en una batalla amigable entre las nubes, los
insectos no tenían problemas para éstos menesteres y las niñas se montaron en
unas hermosas papirolas en forma de paloma que el buen Ambrosio, el jardinero, les confeccionó las cuales milagrosamente,
como todo lo que en este hogar ocurría, volaban.
Yolanda de la Colina Flores
22 de septiembre del 2015
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