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Entre Olivos y Cipreses
Los pasillos con los suelos refulgentes de limpieza, todo diseñado en tonos verdes, esperanzadores, pasando por una gama ascendente y descendente de musgos y pistachos, hasta llegar a un valle donde vas de los olivos a los cipreses,
Verde te quiero verde, verde como el trigo verde, ahora comprendo esta oración, nunca un color ha sido utilizado en mejor forma, porque así los pasillos simulan caminos rodeados del arbusto de nuestra predilección y podemos hacernos a la idea de que no estamos aquí, conseguimos fugarnos por un instante de nuestra realidad.
Si entorno ligeramente los párpados e imagino que a mi llegan los olores botánicos de la Toscana bien podría imaginar que avanzo sobre ella en un vehículo de dos ruedas de extraña construcción para tal propósito; la diferencia es que en este paraje hay cientos de soles por doquier que a veces te enceguecen por su repentina aparición.
El cambio de paraje y bosques se da por el paso de una sala a otra y otra sección o módulo y a mi alrededor veo circular un bosque de seres sin raíces que se movilizan sin aparente orden.
Te hablan en un lenguaje que entiendes y no entiendes porque tiene su propio código especial, lenguaje de seres botánicos que transforman su extremidades por troncos, ramas y raíces no visibles, que te van transportando de un lugar a otro en su rutina de mundo vegetal, en su diario y fitólogo ritual. Entre hojarasca y olores de herbolaria te van clasificando para finalmente ubicarte en el lugar preciso de su humano invernadero donde cual plantas en cuidado quedamos depositados todos.
De la Torre de Babel al Esperanto
Al llegar todo parece en calma y normal, una sala más de hospital ordenada donde las uniformadas y níveas enfermeras resultan de pronto de un contraste efervescente con el colorido trepidante de sus fabulosos y “crocs”.
Parece que de la cerviz al tobillo fueran todas homogéneas, porque sus vestimentas ocultan de alguna forma sus figuras, pero al empezar a observarlas igual que el colorido de sus chinelas es el cambio increíble entre unas y otras. No es la homogeneidad común de un trabajo cualquiera, resaltan entre todo como una pequeña ciudad cosmopolita, están la rubia platinada, que bien podría con otra indumentaria hacer el papel perfecto de chica plástica de revista de modas, la zulú con su grácil cuello sosteniendo sus mechas modernas y tribales a la vez, el ratón de biblioteca con sus gafas con lentes de aumento y ojos desmesuradamente abiertos, la mora de ojos impenetrables con zarcillos que delatan su origen; la niña que seguro muchas suegras adorarían, la latina dicharachera y fogosa, la intelectual y puntual, la disciplinada con apariencia puritana, la que tiene la apariencia de un científico loco, la eterna escolar, la “friquie”, la “dark”, la “mayorcita” agraciada y la no tan agraciada, la hermafrodita, la “pija” o riquilla. Todas hablan varios lenguajes entre sus semejantes o coterráneas y su propio código de jerga sanitaria. Te confundes y pareces entender algunas cosas, pero pronto comprendes que eres doblemente extranjera en aquel lugar. Sin embargo lo bendices y no aciertas a entender como un pueblo acoge sin pedir nada a cambio un arca de Noé sin el beneficio de poder controlar como animales a estos ocupantes, seres que invadimos un espacio que debería corresponder a un coterráneo y sin embargo está plagado por primerizas madres odaliscas, orientales, moriscas y latinas, entre otros colados pacientes de otros males.
Entre el mar de parturientas y cosmopolitas enfermeras no aciertas hacia donde nadar, das brazadas y todas van pasando junto a ti sin entenderte hasta que aparece al fin la enfermera, esa que es hermosa porque si, porque es profesional, porque te alienta y te escucha y entiende, porque trata a todos por igual sin deferencias ni diferencias, a su lado las demás entonces se desvanecen y ella sin ser tan especial relumbra entre ellas y te habla en lenguaje celestial que cubre todas tus necesidades y dolores.
Con Eruditos y Magos
En ese lugar hay tantos mundos y mundillos, está también ese sacrosanto e inexpugnable y a veces inalcanzable cosmos de los médicos. Son como genios de una lámpara, aparecen y desaparecen, con una salvedad, ellos no se muestran con un deseo o el frote simple de una lámpara, no, ellos surgen cuando deben emerger, cuando así les apetezca y nadie sabe cuando, tienen tanto que hacer que difícilmente se exhiben ante los simples mortales. Cuando por fin se manifiestan en su gran parsimonia, siempre vienen rodeados de un séquito de fieles seguidores, que sólo hablan cuando así se les indica, de lo contrario ellos escuchan y toman nota.
Lo que ellos te digan sobre tu condición es la ley y deberás acatar todo lo que indiquen, ninguna sugerencia será escuchada, solo tus síntomas, algunos tomarán en cuenta tu estado anímico, otros ni se enterarán. Parecerá que te recuerdan y que al pendiente de ti están, pero algunas veces verás con tristeza que tu nombre han leído en la bitácora y volverás a contar una y otra vez tu padecer en el largo viaje en el universo de las convalecientes eternas como yo y el galeno pondrá cara de erudito y te sentenciará a realizar rutinas medicamentosas y alimenticias que pocas veces prescinden de la paciencia de un santo. Y no saben que también se equivocan y con ello tu vida va en juego, algunos hacen juegos malabares con ello y ves tu vida convertida en pequeñas pelotitas surcando el espacio sin que sepas si alguna dejará de caer en las manos del experto e irá a rodar por los suelos.
Bajo el crepúsculo y el alba
Todo se acalla cuando entras en un mundo de cuatro paredes, al momento estás sola, la cama a tu lado está vacía y suspiras aliviada, no tienes ganas de recitar de nuevo tu historial médico a galenos sin título, te sientes apaleada, el vientre hinchado de dolor y por los efectos normales de tu enfermedad, y estás ahí sola y acompañada, existe a tu lado un ejército que percibes pero que no miras o no quieres mirar.
Te arrellanas en las blanquecinos brazos que ahora te acogen tan impersonales y tan cálidos a la vez, en ese momento, es lo único que te arropa, lo singularmente suave junto a ti. El día se va apagando y tú deseas con ansias inauditas que llegue a puerto el barco del alba y con el traiga una esperanza de éxito, dicen que esto lo hacen todos los días, que todo saldrá bien y yo me elevo y me calzo las alas y vuelo lejos hasta mi país hasta el primer momento que esto empezó a llegar a mi, pero antes paso por las habitaciones de mis compañeras de prisión y dejo un ósculo débil en sus temporalmente cansadas y avejentadas cabezas. Transmito tal vez esa esperanza que con su beso, ha dejado en mí el que me ama, que rendido a mis pies posa su rostro angustiado en mi lecho dormitando un sueño ligero que espera como yo, el alba que deja a su paso un hálito de luz.
A golpes y trompicones
He regresado de nuevo a mi entorno esmeralda, despierto tal vez de una anestesiado éxtasis, me despierta un ruido constante y seco, tardo en darme cuenta que alguien a mi lado golpea su pié constantemente contra una silla, con la pata de la cama, con el soporte del suero, con la puerta; con cada golpe viene un quejido, pero no para, ella no puede controlar sus impulsos trata de llegar al área de servicio, su cabecilla parece un cerillo encendido y al moverse se mueve en un vaivén singular que nos recuerda un ritual tribal.
Regresa y sus acciones parecen una escena de una película repetida una y mil veces más, golpear, llorar, chillar, gritar, una carrera de varias gaviotas blancas que le atienden, la calman y un segundo después otra vez y otra vez, un flash back que me marea y me adormece una y otra vez, son mis sueños o es realidad esta eterna tortura. ¡Paren, no me gusta este juego, me quiero bajar!
Sin la familia y con extraños
La cerilla efervescente a partido y mi compañera de habitación es Inés y es una belleza peninsular característica, las afectadas dirían que no es verdad que ellas son una paleta de colores en cuanto a características de mujeres de los cuales se puede escoger según su gusto y tienen razón y no.
Hay una mujer española, que no describiré para que nadie se siente aludida, con un físico bello en verdad pero lo importante no es eso, es el sello de Mamá que lleva grabado en el rostro aunque sea joven e inexperta sus acciones y forma de actuar a determinadas circunstancias reflejan que será esa buena madre que sabrá actuar con tino ante cualquier escenario que se le presente al paso, tal vez dirán varios que me equivoco y que quien soy para determinar algo así, pero en los años que llevo sobre esta tierra, que no son pocos, pero que tampoco se los voy a revelar, investíguelo, que les cueste, faltaba más. Pero volviendo a lo que estábamos, hasta la fecha no me equivocado ni una sola vez, cuando las descubro, todas actúan de esa forma singular de las madres o hermanas mayores buenas por excelencia.
Tal ser por supuesto no puede estar más que rodeada por un hermosa familia, ninguno toca el suelo, todos tienen alas y saben volar muy alto y bajan de vez en cuando a compartir contigo su vida feliz y fácil de llevar en la que los contratiempos son librados con una normalidad envidiable.
Y ante estos seres no haces sino envidiar que los tuyos de antaño no estén a tu lado, el desazón te invade cuando a tu lado no tienes las caricias maternales ni el apoyo incondicional y la buenas mentiras piadosas de la hermana y amiga o el chiste certero de esos hermanos que te harán destornillarte de risa sin importar que las suturas salten por los cielos.
Sobre la manta y las almohadas
Estoy ahí tendida sobre mi propio vientre tratando de mitigar la puñaladas de dolor que me penetra poco a poco una y otra vez con pausada saña, se calma y luego acomete nuevamente sin piedad sin darte ni un respiro, porque si lo haces en bocanadas profundas tratando en un aliento de contener en ti la vida el dolor se hace entonces más profundo y te lacera, para calmarte te dicen que pasará, pero no pasa. Tu cuerpo se vuelve dúctil y toma un sinfín de formas y posturas utilizando como único soporte la manta y las almohadas y me he vuelto de repente contorsionista, equilibrista, trapecista y bailarina y me muevo en un mundo textil y en el me envuelvo y danzo y ofrezco un espectáculo circense que se acompaña siempre con el ritmo pausado y ahí presente del dolor.
Al fin después de la funesta danza me encuentro ahí tendida boca abajo sobre la almohada y ahora sólo escucho el sonido tranquilo de mis latidos, callo quiero estar cierta de lo que en mi pasa, ¡el dolor por fin se ha ido!
Nada excepto agua.
No puedo y quiero toser, pero las paredes de mi garganta están enjutas, convertidas en un tronco seco se va de mi la vida, pero arañando mis sábanas la atrapo y la tengo aquí, logro expectorar y vuelve a mi el respiro. Tengo ya tres días sin probar bocado y he acertado a decir que tengo hambre con una tenue vocecilla, mis celadoras se limitan a sonreír una mueca y decirme que espere, los eruditos como siempre determinarán mi destino. Y así se van escribiendo sobre la pared líneas imaginarias que yo trazo como una presa, se suceden los segundos transformados en minutos y lentamente como en siglos que solo son días para los otros, encarcelada ahí debo haber cometido un gran crimen porque como los seres privados de su libertad no tengo derecho ni siquiera a la consabida restricción que les acompaña, ni un mendrugo, ya lo han dicho los eruditos, la terrible sentencia está dictada, nada excepto agua.
Me mantiene ese bálsamo que llega a mis labios y se va deslizando por mi sistema digestivo y me convierto en un fiordo, formando un golfo estrecho en mi ser para sobrevivir, también me ayuda ese inanimado ser de tubos y recipientes transparentes, que acompaña mis pasos pero que cobra su cuota de pinchazos e intrusos metálicos adheridos artificiosamente en mi piel.
Los días pasan y la líneas trazadas en la pared van formando ramas con tronco, hojas, flores frutos que van bebiendo de mí, se abona y toma de mí mis anhelos e ilusiones, el va creciendo y yo menguando.
Ante las sombras y la luz
Me despierto y escucho vocablos de otras tierras, no entiendo nada excepto algunas palabras aisladas y a través de la cortina sólo visualizo sombras las voces me indican que es una mujer y dos hombres y su acento es clandestino, brumoso, algo que sin entender sé que es secreto.
Alguien pide a los varones se retiren y queda a mi lado mi nueva compañera que de un bolso extrae panecillos de esos que venden en serie y los devora con fruición, después de leves y apagados quejidos cae en un sueño intranquilo y habla en su lengua vocablos ininteligibles para mí, ahí en la sombra no me atrevo ni a moverme, algo que no acierto a comprender a activado mis instintos y presiento peligro.
Al día siguiente, Ashia, ahora se su nombre, devora con deleite los alimentos de la bandeja que le han llevado, con un salto de pantera regresa a su cama y espera nerviosa. Un hombre de voz áspera llega y se identifica como guardián de la justicia y le interroga sobre la pérdida provocada a posta de un feto, ella en un castellano incipiente le proporciona excusas dignas de un cuento de terror, por primera vez en mi vida muerdo mis uñas y se me eriza el vello en la piel.
Después de un largo interrogatorio el policía abandona la habitación, corroborará varios datos y regresará con otros compañeros. El día empieza a aclara y la sombra que visualizo a través de la cortina toma su ropa urbana y su bolso y escapa con prisa, la luz entra de lleno en la habitación, de nuevo estoy sola.
Tras la cortina y los sentimientos.
Ahora se llevan la cama contigua la cargan un ejército níveo y callado y con vocecillas trémulas se animan una a otras para indicar que han hecho bien. Silencio… ahora regresan arrastrando otro lecho y sobre ella viene una mujer, la sombras me engañan y creo que es una mujer madura, su voz y su historia me desmentirán.
Soledad tiene huesos de cristal que le laceran, ahora se felicita porque está conmigo y puede descansar ha pasado una semana entera con un parturienta primeriza de tres vástagos iguales, cuyas bocas se encargaron de casi hacerle olvidar lo que es dormir.
Ahí postrada en su cama espera a su pareja y cual madre preocupada le pregunta sobre todos sus avatares diarios y le da sugerencias y órdenes a seguir. Le protege por que cree que todo inmigrante necesita de un escudo salvador, porque se ha acostumbrado al rechazo y la lucha de salvaguardar su amor ante la xenofobia que le ha tocado enfrentar.
Ambos son como niños, y así son tratados por la familia, pero son infantes sólo en sentimientos, porque visualmente son maduros.
Su presencia será un cúmulo de experiencias refrescantes para mí, me sorprenderá saber que ahora Soledad sustituye la pasta dental por un enjuague bucal porque piensa que esa es su función y será inmensamente feliz por ello. El contenido de una caja de bombones será contada minuciosamente y racionalizada para cada día de la semana en el cual seré incluida cuando mi dieta líquida acabe. Me enteraré que “Ajax” será paradójicamente el nombre de un maltés que puede sufrir estrés si no se le da un determinado tipo de galletas. Que dos personas a través de una cortina pueden trasmitirse sentimientos de solidaridad y ternura sin mirarse el rostro y que el que alguien recuerde para toda su vida un desayuno de un croissant con mantequilla y mermelada puede lograr que por tus ojos aparezca a la vez una lágrima acompañada de tu mejor sonrisa.
De puntillas y a tientas
Hay que tener valor, el camino no es largo se puede lograr, parece una proeza tan pequeña pero para mí es toda una aventura.
Avanzar por estrechas callejuelas formadas en la habitación por cortinas, botes de basura, tripies camas, sillas y diversas mesillas con el ser de tubos que como rémora se aferra a ti en un mundo de sombras, cuidando no despertar a quienes ahora reposan junto a ti no es tarea fácil, pero se logra.
Es como un entrenamiento en el que día a día vas adquiriendo habilidades, hasta que un día clamando vítores callados vas y regresas sin hacer ruido del lugar del que partiste.
Desde tu almohada a la mía
Está ahí a mi lado desde que arribé sin separase ni un momento cada noche, llega como un ángel al anochecer con paso sigiloso y elegante cargado cual moderno Santa Claus de un ordenador y una back pack. Al posar su carga y despojarse de la gruesa chaqueta aparecen sus alas que me cubren y me abrazan por un momento, yo siento su protección y calor y entonces me elevo con él y salimos de ahí y recorremos parajes lejanos que día a día cambian; a veces vamos a las islas griegas, otras paramos en Petra o Cerdeña, algunas veces repetimos y vamos a Brujas en reiteradas ocasiones, las más de esas veces nos vamos a lugares que sólo él y yo conocemos y que quizá jamás desvelaremos.
Luego se viste de mortal y sale a ingerir algo para poder soportar una noche más en una silla junto a mi lecho donde vigilará mi leve movimiento y tomará mi mano y refrescará mi frente cuando lo necesite. Mas tarde recostará su testa varonil sobre una almohada que le cedo y ahí incrustado en esa silla cruel que el miente diciéndome que es cómoda por fin dormitará e hilvanará conmigo sueños que al fin compartiremos.
Durante la estancia y la espera.
Ella llega y se sienta como si fuera mi íntima amiga, me besa ambas mejillas como si me quisiera de antaño, pero yo se que soy solo un cambio a su vida rutinaria que aborrece y que anhela con ansia mi salida para que le sustituya en su labor impuesta por natura.
Según les parezca a ellos.
No lo que te habían dicho ayer hoy ya no es válido, han cambiado de opinión, te quedarás varios días más, no importan tus anhelos ni ansias de escapar, ellos tienen que estar seguros de su diagnóstico y tendrán que comprobarlo una mil veces antes de dejarte escapar de sus cerrojos.
Mediante tubos y agujas
No entiendo como resisto tanta sangría continua, la serie de pinchazos aguantados y esta serie de artefactos que al parecer me mantienen aún viva y sé que son mi salvación pero también mi desvelo…
Hasta que el cuerpo aguante
¿Como he conseguido pasar la noche? He resistido, he sobrevivido, aquí estoy con renovadas fuerzas hasta que esta maquinaria que me encierra decida si sigue adelante o se enmohece…
A salvo entre la familia y los amigos
¿De que están hechas estas criaturas? Serán ángeles que bajan del cielo que sin darnos cuenta se posan a nuestro lado y nos alientan en persona o desde lejos susurrándonos al oído que están ahí esperándonos, que saben soportar el trago amargo de visitar esos lugares aunque no resulte placentero y se sientan junto a ti incómodamente soportando los minutos de incómoda visita.
Por la ventana el invierno.
No sé en que estación del año estamos, la tecnología de la creación de ambientes acondicionados no me permite, aquí reina la eterna primavera, aunque los diarios me advierten que es diciembre yo llego a dudar de su veracidad y pienso algunas veces que estoy en un sueño o raptada sin remedio en otro mundo cerrado. Hasta que un día el azar hace que una de las selladas ventanas tenga forzosamente que abrirse y entra sin remedio el viento que congela y cala los sentidos e irremediablemente los enfermos sonreímos ante la mirada atónita del personal médico sanitario.
En los brazos de Morfeo
Me siento un poco infiel sin pretenderlo he dormido en otros brazos abandonada como cuando era niña, de día sin mi amado, pero sé que el comprende que esta infidelidad es fuerza al fin reparadora como una medicina clandestina que llega a mi por fin día tras día.
Para sobrevivir tan lejos
Los ángeles lejanos también se encuentran a tu lado día a día, haciendo llamadas que desgastan poco a poco sus bolsillos pero no importa, no dejan de hacerse presentes y no saben que son la medicina más fuerte que es la que al fin logra ponerte a flote.
Me renuevan sin querer sus llamadas y se convierte en una medicina necesaria de sobre vivencia,
Hacia la libertad
Llega un día más con el ejército galeno que cumple puntual su cita diaria, por fin han dicho la palabra esperada, no sé cuanto tiempo ha pasado y eso ya no interesa soy libre al fin… y voy dejando a mi paso estos lejanos bosques que un día me acogieron cuya presencia logró que yo pudiera resistir el estar lejos de mi personal floresta de seres amados.
Yolanda
9 de noviembre del 2009
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