En la Comedia d’ll arte,
es por pocos conocida,
la enigmática princesa,
que es la dulce Somardine.
Es la maga del disfraz
y reina del camuflaje,
nadie ha mirado su efigie,
ni contemplado su faz.
A ella le gusta jugar
y se puede intercambiar,
por la frágil Colombina
o puede ser Arlecchina.
Cual si fuera Monalisa,
su cara muestra en efecto,
dibujada con talento,
enigmática sonrisa.
También se suele mezclar,
entre público o la gente
y la función transformar,
como le venga a la mente.
Maneja con eficacia,
todo un sinfín de instrumentos,
las notas vuelan con gracia
y tiene a todos contentos.
Empieza a vocalizar
y se afina la garganta,
cuando creen que va a cantar,
ella no emite sonido.
Su risa aparece entonces
y es tan dulce y cristalina,
que todos caen en un trance,
de ensoñación y alegría.
Y entre aplausos y sus risas,
su máscara va demudando
y bajo ella va mostrando,
otra máscara divina.
Entonces desaparece
y aunque la clamen a gritos,
ella ya no reaparece ,
para cumplir con el dicho.
Y ese dicho es algo raro,
porque es bueno y algo loco:
Que en la vida y en el teatro,
hay de lo bueno muy poco.
Yolanda de la Colina Flores
3 de febrero del 2012
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