Esta
pequeña princesa,
tiene
una gran afición,
combinar
sus vestiditos,
con
el zapato en cuestión.
Si
se viste de dorado,
los
zapatos han de ser,
fabricados
cual tesoro,
con
oro puro a granel.
Si
la niña va de plata,
las
zapatillas serán,
bordados
de hilos de luna,
para
que puedan brillar.
Por
ello esta criatura,
tiene
otro vestidor,
dedicado
a zapatitos,
con
mil tonos de color.
Y
entre tanto calzadito,
la
nena suele extraviar,
uno
que otro zapatillo,
que
es complemento de un par.
La
niña ha nacido así
y
que le vamos hacer,
le
gustan los escarpines,
en
sus pies y por doquier.
Si
no encuentra el complemento,
perfecto
para su ajuar,
prefiere
pisar el suelo,
a
no poder combinar.
Y
esta es una paradoja,
imposible
de entender ,
que
entre miles de zapatos,
descalza
ella pueda estar.
No
combinar la enloquece,
no
lo intentes comprender
y
hacer mezcla de colores
la puede desfallecer.
Así
que si de un par pierde,
su
complemento correcto,
el
reino va de cabeza,
buscándolo
en recovecos.
Porque
ya lo dice el dicho,
al
derecho y al revés,
a
la niña si es princesa,
hay
que calzarle los pies.
Yolanda
de la Colina Flores
16
de mayo del 2012
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