De
Houdini es una fan
y
de Copperfield también,
de
todo escape hace un plan
y
lo ejecuta muy bien.
Sus
dotes como escapista,
generan
gran emoción,
cuando
hace de ilusionista,
provoca
una conmoción.
Se
libera con pericia,
de
cuerdas y de candados,
de
cadenas y de esposas
y
tiene al reino embobado.
Pues
sus dotes no utiliza,
tan
sólo en el escenario,
del
“cole” se hace huidiza
y
escabulle del palacio.
Si
ahí acabaran sus juegos,
tal
vez la niña traviesa,
no
tendría a todo el reino,
pendientes
de la princesa.
Lo
malo es que la criatura,
cuando
hace ilusionismo,
no
hace solo una diablura,
sino
todo un cataclismo.
Porque
cuando ella presenta,
el
acto “Metamorfosis”,
se
cambia con diligencia,
por
monstruos inconcebibles.
Si
la princesita a un tiempo,
volviera
a reaparecer,
no
habría tantos desmayos,
ni
alaridos por doquier.
La
nena se va a pasear,
por
los parques y jardines
y
le encanta recordar,
sus
trastadas infantiles.
Porque
ella sabe que nunca,
ha
empezado la función,
en
su lugar siempre estado,
un
holograma cual clon.
Y
con ello les comprueba,
que
no la conocen bien,
y
ante cualquier apariencia
hay
que cerciorarse bien.
Yolanda
de la Colina Flores
1
de abril del 2012
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