En
un reino peculiar,
todo
es oscuridad,
no
existe electricidad,
ni
una luz artificial.
¿Y
cómo es que esto pasó?,
tal
vez quieras preguntar,
a
mí alguien me lo contó
y
es historia singular.
Ahí
vive una princesa,
que
muy avispada es
y
su cabeza traviesa,
le
dio un vuelco del revés.
Resulta
que la criatura,
con
tan solo dos añitos,
con
sigilo y con paciencia
la
electricidad hizo añicos.
Pues
la pequeña bebé,
acercándose
a un enchufe,
los
dos deditos metió
y
por los aires voló.
Le
cambiaron los cabellos,
y
su look se transformó,
ahora
porta bellos rizos
y
un buen susto se llevó.
Su
padre se molestó,
y
ordenó desmantelar,
toda
la electricidad
y
todo el reino apagó.
Ahora
se han puesto de moda,
las
velas y los quinqués,
para
que todos alumbren,
por
donde posan los pies.
La
princesa preocupada,
por
esta rara cuestión,
en
lugar de su corona,
un
candelabro instaló.
Y
pasea por su reino,
repartiendo
candelabros,
para
que nadie en el reino,
padezca
de descalabros.
Lo
mismo quinqués reparte,
a
su derecha e izquierda,
no
sea que alguien derrape,
y
hasta pierda la cabeza.
También
reparte velitas,
todas
muy encendiditas,
no
sea que alguien no atine,
y
un buen zape se propine.
Como
en los tiempos de antaño,
cuando
sea una ancianita,
seguirá
dando velitas,
aunque
transcurran los años.
Porque
le parece bien,
y
le divierte también,
pues
con ello logrará
su
belleza conservar.
¿Que
misterio sin igual,
le
podría asegurar,
que
ir en la oscuridad,
lozanía
le pueda dar?
Un
pensamiento genial
y
que suele entremezclar,
en
un refrán singular,
belleza
y oscuridad.
Y
ella se lo toma en cuenta
y
no lo ha de desechar,
que
a la luz de una candela,
toda
vieja se ve bella.
Yolanda
de la Colina Flores
4
de junio del 2012
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