Cada día que despierto
me entra cierto desconcierto,
pues estoy dubitativa
en mi planeación matutina.
Que si me levanto temprano
o tal vez un poco tarde,
si pronto me descobijo
o si vuelvo a acurrucarme.
Que si hago unas lagartijas
o me sumerjo en cobijas,
que si preparo el almuerzo
o me abrazo de Morfeo.
Que si me hago un desayuno
o mejor duermo y ayuno,
que si corriendo voy lejos
o no me separo del lecho.
Si saco el pie de la cama
o que me arrulle una nana,
si me yergo bien derecha
o me vuelvo a hacer la siesta.
Que si este día aprovecho
o estrujo la almohada y me echo,
que si aviento el edredón
o me fundo en el colchón.
Que si me pongo a hacer yoga
o me vuelvo una marmota,
si me estiro de un tirón
o me quedo cual lirón.
Y si me levanto a orar
o mejor vuelvo a soñar,
si despierto con decoro
o mejor ronco que ronco.
Para evitar los dilemas
no plantearé estratagemas,
pues aquel que no madruga
no obtiene de Dios la ayuda.
Y sin ganas de frenarme
también sé por experiencia,
que no por desmañarme
me amanece antes el día.
Yolanda de la Colina Flores
25 de mayo del 2016