Los senderos que transito
de repente se han tornado,
un laberinto infinito
donde todo está apagado.
Escucho al río pasar
y alguna cascada bajar,
pero no acierto atinar
en dónde ubicadas están.
Es un lugar tenebroso
sin cobijo, sin reposo,
con suelos resbaladizos,
con uno mil escondrijos.
Súbitamente a mi paso
va naciendo claridad,
un fulgor que alumbra el caos
con un brillo matinal.
Es tu luz en mi camino,
que me legaste al andar,
que fue iluminando mis trancos,
cuando solías estar.
Como ayer hoy me acompaña
y vigila mis zancadas,
como lámpara viviente,
que hace que la bruma mengüe.
Yolanda de la Colina Flores
5 de mayo del 2016
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