Te me fuiste en el otoño
y quise seguir tus pasos,
alcanzarte en tu carrera
y regresarte a mi vera.
Pero estaba desolada
petrificada y sentada,
el dolor me amedrentaba
y ni solo paso daba.
Roja era mi vestimenta
con tan dolorosa afrenta,
el negarme tu presencia
me vestía sanguinolenta.
Mi panela con su tul,
no cubría mi acritud
y sólo un rosario mano,
me hacía de fiel resguardo.
El dolor de tu partida
me dejó paralizada,
ni un ápice caminaba
estaba calcificada.
Un gran viento me envolvió
resquebrajando mi vida,
en huracán se tornó
y me dio una azotaina.
Y me fui por tu camino,
del todo pulverizada
y escapando del olvido,
estoy contigo integrada.
Yolanda de la Colina Flores
12 de febrero del 2016
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