Estaba perdiendo el juego
al partido entraba tarde,
con los tantos anotados
a favor del contrincante.
Y yo con cero me aunaba
a una partida silente,
con pericia no contaba
de las reglas era ausente.
Había cientos de pelotas
que no tenían acotas,
que me batían cual disparos
golpeándome sin reparos.
No tenía un solo oponente
eran cientos e inclementes,
y yo me sentía impotente
en esa justa indecente.
Ridículos los ropajes,
la pugna llena de ultrajes,
con colores lisonjeros,
con eco de mal agüero.
¡De pronto sin darme cuenta
yo portaba una raqueta,
las pelotas sucumbieron
y sólo algodón se volvieron!
Yolanda de la Colina Flores
14 de junio del 2016
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