Navegando por la vida
me encontraba sumergida,
me alejaba de la orilla
y desestanqué mi quilla.
Llevaba viento de cola
y no me pesaban los pies,
al bamboleo de una ola
caminaba cual ciempiés.
Tenía el cuerpo zambullido
en una cálida piltra,
una especie de yacija,
donde todo era mullido.
Más de pronto una tormenta
me sacó de mi mutismo,
me quitó la somnolencia
y me transportó a un abismo.
Me convertí en un naufragio
en un talud encallada,
aturdida y ofuscada,
ahogada de un mal presagio.
Voces bellas me animaban,
a salir de aquel anclaje
y con ello amilanaban
los costos de aquel barcaje.
Y salí a la superficie
y viré hacia barlovento,
la tristeza a sotavento
y mi rostro altiplanicie.
Yolanda de la Colina Flores
11 de agosto del 2016
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