Archiperres de mi niñez,
que no me evocan solo recuerdos
y no denotan insensatez
cuando desvelan tiernos anhelos.
Agazapado entre mamotretos,
está aquel diario de colegialas,
donde plasmaba algunos relatos,
con sus princesas y sus hazañas.
El primer libro sobre mis manos,
de Hodgson Burnett gran compañera,
con solo un lustro, años galanos,
ya era princesa siendo pequeña.
De literatos y dramaturgos,
todos ingentes y extraordinarios,
libros, panfletos, todos licurgos,
yo devoraba de los armarios.
De porcelana juego de té,
de nuestra abuela gran heredad,
donde brebajes yo me tomé
con personajes sin igualdad.
Con los juguetes de mis hermanos,
me divertía entre pelotones,
creaba danzas con sus soldados
y ahí bailaban regios bretones.
Florencia y Londres ahí existían,
cielos naciendo u oscureciendo,
todos mis viaje ahí se fundían,
a París iba en un solo intento.
En Tardis
rojo cambiaba el tiempo,
me trasladaba a tiempos futuros,
traía al otoño sin contratiempos,
con el pasado se iban inviernos.
Ahí yo he sido gran Arlecchina,
la enamorada, la poetisa,
también la nena escribiendo cuentos,
siempre empollando noveles versos.
Yolanda de la Colina Flores
10 de junio del 2016