Como extraño aquellos juegos,
sin la web artificial,
donde no existían los riesgos,
de la alienación total.
Jugar a solas o en grupo,
la matatena ancestral,
en lúdico desocupo,
en un relajo banal.
Con pelotita de cuero,
matatena en plexiglás,
con destreza sin agüero,
ni intervención del azar.
Del náhuatl “llenar de piedras”,
la ducha mano en acción,
recogiendo matatenas,
siempre en gran expectación.
Bella pelota en rebote,
en un ballet singular,
vigilando cada bote
y su forma de bregar.
Hay que ser muy entendido,
inteligente y perito
y además también les digo,
hábil, versado y curtido.
Para llevarse sin pena,
el puñado codiciado,
de las bellas matatenas,
siempre en nostalgia anhelado.
Yolanda de la Colina Flores
13 de abril del 2016
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