Cuando llegaste a mi vida,
mi corazón palpitó
y rasgó mi vestidura
para captar tu atención.
Me hizo volar sobre mares
y viajar hasta ultramar,
y me marcó con herrares,
para mi alma brindar.
Me grabó tus iniciales
y perdí su propiedad,
y así pasé a los anales,
como tu eterna heredad.
Ahora es tuyo, no mío,
es tu eterna posesión,
y el obedece tu brío,
y en mi creó la obsesión.
Y esta pertenencia tuya,
a mi me mantiene viva
y sin poner ni una brida,
a ti me tiene cautiva.
Mi corazón pertinente,
hacia ti siempre va fiel,
un sentimiento obsecuente,
se ha apoderado de él.
Yolanda de la Colina Flores
18 de abril del 216
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