Con sombrillita de encaje,
me animé a ir de excursión,
no me imaginé el oraje,
que a mí vendría en advección.
Me quería llevar consigo,
a su especial hábitat
como a un bisoño quejigo,
me intentaba zarandear.
Siendo aprendiz de la Poppins
no me dejé amilanar,
y batiéndome entre trompis,
no me pudo ni tocar.
Y este oraje que entre orajes,
quería ser un gran tifón,
lo desterré sin ambages
y se tornó anticiclón.
Yolanda de la Colina Flores
20 de abril del 2016
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