Siempre
camuflada,
pocas
veces encontrada,
es
el mejor camaleón,
de
todo reino o región.
Famosa
es su habilidad,
para
cambiar de color,
según
sean las circunstancias,
se
logra disimular.
No
es raro que sea así,
procede
de otro país,
donde
por seguridad,
se
tienen que camuflar.
La
princesa camaleón,
se
va mudando la piel,
y
si tu la quieres ver,
atención
has de poner.
No
desea notoriedad,
mucho
menos destacar,
ella
feliz suele ser,
si
tú no la logras ver.
Se
entremezcla entre paisajes,
con
camuflados ropajes,
que
no son hechos por sastres,
son
cuestión de su linaje.
Nació
entre raros parajes,
se
agazapa sin ambages,
y
aunque sólo sea princesa,
es
reina del camuflaje.
Cuando
esta nena nació,
nadie
la lograba ver,
y
no atinaban a ver.
si
era fémina o varón.
Cuando
gateó la princesa,
un
buen susto propinó,
al
rey su padre y la reina,
pues
gateando se esfumó.
Y
como era muy traviesa,
siempre
se les escondía,
si
veía una puerta abierta,
del
palacio se salía.
Se
perdía entre los pasillos,
y
en territorios cercanos,
no
sirvieron los candados,
traspasó
todo pestillo.
La
verdad es que a la nena,
nunca
lograron cercarla,
cuando
la creían adentro,
ella
se encontraba afuera.
Por
ella la reina madre,
la
atavió con una tiara,
fabricada
con diamantes,
y
de platino forjada.
Y
como buen complemento,
le
puso joyas a juego,
también
le calzó los pies,
con
zapatos rutilantes.
Y
si te fijas muy bien,
tal
vez tú la logres ver,
los
destellos de sus joyas,
te
dan pistas para hallarla.
Con
su amigo camaleón,
va
paseando por ahí,
quizás
ella esté a tu lado,
y
hasta un beso ya te ha dado.
Y
no te olvides del dicho,
para
esta historia en cuestión:
“Que
las joyas de diamante,
toda
presencia delatan”.
Yolanda
de la Colina Flores
26
de julio del 2012
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