Atmosférica princesa,
que nunca posa los pies,
ella vive entre celajes,
mientras la luz se dispersa
En una masa visible,
con cristal hecho de nieve,
gotas de agua microscópicas,
suspendidas en la atmósfera.
Su hidrometeoro hábitat,
bien la puede transformar,
en granizo lluvia y nieve,
o en una preciosa nube.
Ella usa varios ropajes,
y también regios tatuajes,
creando bellos paisajes,
que van plasmando mensajes.
Lleva de cirros vestido,
con mil cristales de hielo,
y prendas elaboradas,
de nubes estratificadas.
Toposférico indumento,
que le recubre la piel,
cúmulos en vertical,
o nimbos si ha de llover.
Su palacio está en las nubes,
pero en la luna también,
y ahí es donde suele estar,
si algo no quiere escuchar.
Y se abstrae del mundo entero,
fabricándose un edén,
y ella se va recubriendo,
con sus nubes en vaivén.
Porque los cielos lo dicen,
aunque existan nubarrones:
“No hay paraíso sin nubes,
que derramen bendiciones”.
Yolanda de la Colina Flores
24 de julio del 2012
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