Su
nombre que significa,
que
es diosa de los océanos,
desde
Egipto bien le indica,
que
ella no navega en vano.
Lleva
en su piel los tatuajes,
que
le han dejado los vientos,
que
siempre besan su piel,
cuando
emerge a sotavento.
Va
recorriendo lugares,
buscando
cálidos lares,
donde
suelen reposar,
las
estrellas de los mares.
A
las estrellas del mar,
ella
les canta unas nanas,
para
que puedan soñar,
con
el vaivén de las olas.
Con
su cristalina voz,
ella
va entonando notas,
de
la más bella canción,
con
que arrulla a las estrellas.
Las
acaricia y las mece,
dando
giros envolventes,
para
luego al fin posarlas,
en
el fondo del océano,
Dicen
algunas leyendas,
que
estas estrellas hermosas,
en
el cielo vivían antes,
rutilantes
y pomposas.
Pero
al verse reflejadas,
en
el espejo del mar,
sin
pensarlo se lanzaron,
para
aprender a nadar.
Desde
entonces viven ya,
en
lugares primorosos,
entre
las cálidas aguas,
que
el sol suele calentar.
En
esos bellos lugares,
la
princesa ha de cantar,
a
las estrellas durmientes,
su
pasado sin igual.
Y
con sus tiernos arrullos,
las
estrellas ya dormitan,
sólo
escuchan el murmullo,
de
su dulce vocecita.
Porque
se saben el dicho,
que
aquí calza sin dudarlo,
que
quien duerme cual bebito,
el
despertar le es ufano.
Yolanda de la Colina Flores
28
de junio del 2012
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