De Arabia llegó esta princesa,
y
su larga cabellera,
solía
ser sedosa y negra,
preciosa
cauda de ébano.
Más
a esta regia princesa,
le
fascinan las estrellas,
las
que habitan en el cielo,
y
la luna por supuesto.
Las
estrellas y la luna,
conmovidas
con su afecto,
bajan
al fondo del mar,
para
que juegue con ellas.
Y
en las noches estrelladas,
y
también en plenilunio,
ellas
bajan a jugar,
con
la princesa Nawfar.
Y
la cubren con sus polvos,
con
sus brillos y reflejos,
por
eso su cabellera,
se
le ha tornado platina.
La
niña danza con ellas,
en
el fondo del océano,
envuelta
en ensoñación,
en
majestuosa eclosión.
Con
los destellos del cielo,
y
los polvos de Selene,
ella
ilumina los mares,
como
una lluvia de estrellas.
Y
así se cumple ese dicho,
donde
dicen que en la mar,
la
luna con las estrellas,
nos
besan con su reflejo.
Yolanda
de la Colina Flores
29
de agosto del 2012
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