A orillas de una ribera,
tímidos pasos yo daba
y las huellas que dejaba,
la espuma me las borraba.
Parecía que las asiera
y al fondo las desplazaba,
y aunque el agua yo achicaba
siempre me las deslavaba.
Y no es que yo no cediera,
mas mis marcas yo añoraba
y por más que me afanaba
ella sólo las sondaba.
Para que ánimo abatiera
y guardar lo que ella hurtaba,
con mis manos la palpaba
y ver si así la trocaba.
Y sin ser muy lisonjera,
bellas nanas le cantaba
y en mis palmas embobada,
lentamente la encantaba.
Conseguí que se durmiera
mientras yo la trasformaba,
poco a poco la domaba
y alas yo me fabricaba.
Me la llevé a la lindera,
del cielo que yo anhelaba
y mientras mas la acunaba
más lejos mi alma volaba.
Por esta espuma roncera,
en mi seno adormilada,
alerones yo portaba
y por los cielos surcaba.
Yolanda de la Colina Flores
11 de octubre del 2016
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