No hace mucho tiempo, casi podría decir
que ha pasado ahora, ¿ o hace un momento?, no sé pero aquí está la historia:
En un huerto majestuoso donde conviven un
montón de verduras, frutas y hortalizas, allá en el fondo casi pegada a los arriates está una colonia de
calabazas escribientoras. Son curiosamente llamadas así porque se dedican a
por supuesto a escribir, realizan el papel de escribientes cuando hacen las
cartas que los otros habitantes de la huerta les dictan para enviar a sus
familiares lejanos cuyas semillas han sido esparcidas por todo el mundo. Pero
no solo escriben eso, también cuentos, historias, aventuras, novelas e incluso
poemas.
Los habitantes de esta huerta, desconocen
el origen etimológico de las palabras y que para denominar un oficio ya existen
las palabras correctas, se han creado su propia definición y simplemente han
sumado el oficio de escribiente con escritor y han creado uno nuevo:
escribientor”.
Estas calabazas con sus bracitos
ensortijados de los cuales surgen unas gráciles manos con enrulados deditos,
escriben y por supuesto, escriben siempre con tinta verde de su savia. Y
adornan sus escritos con muchos adornos, por lo cual no es raro, ver cartas y
poemas con letras verdes y regias
enredaderas.
Al centro de la colonia hay una gran
calabaza, la más sabia, la más antigua, la que escribe por lo tanto las cosas
más bellas y con más experiencia. Escribe hermosos cuentos y todos los tiernos
retoño de la huerta se arremolinan alrededor de ella, para que una vez
terminados se los cuente a la luz de la luna, después de la cena y antes de ir
a dormir.
Anoche contaba la historia de una pequeña
calabaza que soñaba con ser recogida de la huerta para convertirse en una
suculenta calabaza en tacha, pero sus padres
se lo decían: “Aún eres muy
pequeña, tienes que esperar a crecer”. La pequeña calabaza se entretenía
mientras tanto escribiendo recetas de cómo le gustaría ser cocinada, se
imaginaba que cubrían su figura con olorosos clavos y se relamía de gusto al imaginar su cuerpecito en una agua
calentita aromatizada con canela piloncillo y flor de anís. Sentía que poco a
poco el calor la invadía y visualizaba como cambiaba su característico color
calabaza, por un suave, brillante y dulce ámbar; cómo sus semillas
reblandecidas y jugosas se convertían en apetitoso manjar. Y así se durmió
pensando en un día adornar una mesa, donde ella era el postre que con broche de
oro cerraba la ocasión. Este cuento fue también publicado en el periódico del
huerto de hoy por la mañana.
La gran calabaza también escribe cuentos
sobre hermosas calabazas que se van a adornar las casas y jardines de la
comarca, de cómo son esculpidas para sacar a flote una nueva cara y presencia
para una ocasión especial. Describe como algunas contienen velas aromáticas que
aunadas a su fragancia, además de perfumar, adornan los hogares como originales
lamparillas color naranja.
Narra cómo son colocadas para adornar
chimeneas, centros de mesa e incluso guirnaldas, cómo muchas otras han sido
decoradas a mano por adultos o por niños, y de cómo algunos de ellos saben
reflejar el verdadero rostro que poseen las calabazas y que rara vez muestran y
como otros les confieren unas imaginarias que pueden ser grotescas,
espeluznantes, simpáticas, divertidas o un sinfín de representaciones de
expresiones infinitas.
En la huerta hay también calabazas que
escriben versos y cada año hacen concursos, para ver cual es la que más conmueve o emociona. Pero todas
reciben premios, porque ellas consideran que cada poesía tiene su mérito y
crean premios y categorías de acuerdo al número de participantes que se
presentan al concurso.
Cada octubre que es su época de mayor
esplendor, escriben cartas con pensamientos y deseos especiales para los
humanos que las cultivan y luego las transforman. En ellas desean parabienes y
un sin número de bendiciones y anhelos de paz, amor, salud y bienestar después
las lanzan al cielo y los vientos las toman entre sus brazos y las llevan a
cada destinatario.
Estas cartas también pueden ser recibidas
por aquellas personas que aman, tienen y quieren dar recíprocamente los deseos
de estas calabazas escribientoras .
¿Aún no has recibido la tuya?,
posiblemente no te has fijado bien, tal vez la hayas metido en algún cajón o
quizás debas revisar dentro de ti, probablemente ahí esta bien
resguardada.
Yolanda de la
Colina Flores
26 de octubre del 2012