Es Ignis elementatus,
su nombramiento oficial,
también a ella le han dado,
una vena varonil.
Pero sólo es apariencia,
porque quien me va explicar
¿quién mejor maneja el fuego,
que una fémina amorosa?
Enarbolada entre llamas,
puro calor corporal,
signo de vida y salud,
en eterna combustión.
Su música es ardiente,
con regios tintes de rock,
con sonido incandescente,
progresivo y desafiante.
Mágica y comburente es,
de purificación crisol,
donde se anida el amor,
el anhelo y la pasión.
Es un símbolo solar,
hoguera, ascua y antorcha,
de trascendencia ancestral,
en las noches de San Juan.
Mensajera de los dioses,
mítica cual prometeo,
símbolo fiel de justicia,
rayo, trueno y calidez.
A
veces se desvanece,
y
parece consumirse,
pero
ella siempre renace,
cual
Fénix, entre cenizas.
Yolanda
de la Colina Flores
4
de septiembre del 2012
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