Capítulo 3
Entre brincos y cabriolas
La lagartija iba distraída contando las anécdotas de su aguerrida
madre cuando de repente algo le pasó volando casi al ras de la cabeza, a Rött
hår le pasó algo similar, solo que lo que fuere
no lo hizo en forma perpendicular como le pasó a la lagartija, sino que vino de
frente, no alcanzó a percibir bien su figura porque iba poniendo atención a lo
que su nueva amiga le contaba y su mirada estaba puesta en ella. La segunda vez que los acróbatas
pasaron sobre ellas esta vez si alcanzaron a visualizar perfectamente sus
figuras, dos maravillosos sapitos moteados ibéricos les revoloteaban por todos
los flancos dando los más increíbles saltos y acrobacias que ellas jamás
hubieran visto, estuvieron varias minutos maravilladas contemplando el
espectáculo, hasta que el par de Discoglossus galganoi en un quíntuple salto
mortal cayeron de pie frente a ellas diciendo ambos a la vez: -¿A dónde vais
majas?, ¿por qué tan solitas?, ¿necesitan compañía?, ¿queréis que os
acompañemos?, ¿cómo os llamáis?, ¿cuántos años tenéis?, ¿sois solteras o
casadas?, ¿cuáles son vuestras medidas?, ¿dónde vivís?, ¿tenéis novio?, ¿no os
parecemos guapos?…. –
Hasta que no aguantó más Rött hår
y desesperada gritó: - ¡Parad, parad que vais a volvernos locas!!!!, quedaos
quietos y escuchad. Los sapitos se sentaron junto a ellas moviendo nerviosos
los pies y los dedos de sus manitas entrelazadas, con sus dos pares de oscuros y vivaces ojitos bajo
sus párpados rasgados y con una simpática sonrisa escucharon todo lo que la
pequeña elfa quería compartirles. Cuando Rött hår terminó su explicación, ellos nuevamente se pusieron a brincar de
gusto y dijeron siempre al unísono que por supuesto les acompañarían, y que
creían que podían ser de gran ayuda para cruzar el río, además ya estaban
cansados de comer siempre larvas de mosquito, pulgas de agua, lombrices,
grillos o polillas, que ellos eran unos grandes gourmets y les gustaría probar
otras cosas y esa fruta que les describía se les antojaba fenomenal. Durante el
camino en la búsqueda de más voluntarios ahora los sapitos iban brincoteando y
la lagartija parlando, así que a Rött hår no le quedó más remedio que volver a
encogerse de hombros.
Por el sendero se topó ante ellos un gnomo muy ancianito el cual
iba agachadito, caminando con pequeños pasitos, apoyado en un bastoncito.
Cuando vio la rara comitiva que le salía al encuentro no pudo menos que sonreír
y antes de que cualquiera empezara a hablar él les comunicó: -No digáis ni una
palabra sé perfectamente quiénes sois y adonde vais, he salido a su encuentro y
vengo a deciros tres cosas muy importantes; la primera que debéis retornar e ir
al encuentro del bosque del otro lado del río, la segunda es que ya solamente
les falta un acompañante y este les encontrará dentro de aquel bosque, para
encontrarle deberéis buscar un pino azul y la tercera y no por ello menos
importante es que yo no podré acompañarles porque soy muy viejito y ya no tengo
las fuerzas suficientes para ello, pero a su regreso les entregaré algo con lo
que vais a poder degustar esa fruta tan preciada. Ahora iros que ya empieza a
llegar el sol a su cenit y os
podéis escalfar .-
Sin pensarlo ni un momento el grupo de aventureros dio media
vuelta y se dirigió hacia el río, Rött hår por
supuesto no podía hacerlo sin antes no haberse encogido de hombros. Al llegar a
la ribera, la lagartija y la pequeña elfa miraron con horror el caudal del gran
río y pensaron que muy posiblemente no podrían cruzarlo, pero los sapitos las
sacaron de su error y les pidieron que montaran sobre su lomo, éstas con
precaución lo hicieron y bien afianzadas se introdujeron con ellos al mar,
éstos que eran grandes nadadores y campeones en nado sincronizado, no
desperdiciaron la oportunidad de lucirse y las llevaron a lomos haciendo una
infinidad de cabriolas y saltos con los cuales emergían y se zambullían al
agua una incontable infinidad de veces. Cuando llegaron a la otra orilla la
pequeña elfa y la lagartija estaban empapadas, la lagartija no decía ni palabra
estaba estupefacta y a Rött hår como siempre
no le quedó otra opción que encogerse de hombros.
Yolanda de la Colina Flores
Verano del 2013
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