viernes, 23 de agosto de 2013

LA PEQUEÑA ELFA SEDIENTA Capítulo 6 (Cuento de verano)


 

 

 

Capítulo 6

El dosel

No tuvieron que caminar ni un ápice, ahí levantando la vista estaba ante sus ojos la más hermosa unión de copas de diferentes coníferas adornando el cielo, jugando con sus ramas con los rayos del sol y protegiendo a todos los seres del bosque, era una magnífica preciosa y libre formación  de pinos, abetos, alerces, cipreses y abedules.

Pero contra lo que todos pensaban las enormes coníferas se abrieron formando un camino como un largo corredor, como si se tratase de una formación de soldados o vasallos que cedían el paso a alguien muy importante, los primeros eran los Pinus, que con sus copas piramidales terminados por dos o cinco hojas lineares con su clásica protuberancia en la punta con forma de ombligo, parecían cuadrarse ante ellos.  Les precedían bellos Abies, de hojas en forma de aguja, después los Fitzroya de hojas blandas aciculares agrupadas en apretados ramilletes, venían ahora los Cupressus con su porte piramidal y troncos erectos, para finalizar con los danzantes Betula de hojas simples y serradas, romboidales de ramas flexibles que estaban enfrascados en una hermosa danza, su corteza blanquecina destacaba de todo el fondo del bosque y daban paso a un claro donde ahí hermoso y colorido estaba lo que estaban buscando la gran Prunus domestica Syriaca, para Rött hår simple y sencillamente la bellísima y supuestamente jugosa ciruela Mirabele de Nancy.

Todas las criaturas botánicas dejaron que los amigos desprendieran un fruto del precioso árbol, incluso les permitieron escogerla y les ayudaron dándoles ramitas de las que se encontraban por los suelos para que fabricaran una pequeña carretilla donde transportar su tesoro, una vez tenían todo dispuesto, las coníferas los subieron en sus brazos y se los fueron pasando unos a otros hasta que los sacaron completamente del bosque, ahora ya solo debían atravesar el río, esto tampoco fue un problema porque la lagartija y Rött hår lo hicieron de la misma forma que la vez anterior y Teotl no tuvo ningún problema en atravesar porque era un excelente nadador y además la carretilla y el fruto que portaba flotaban maravillosamente sobre el agua.

Cuando llegaron al otro lado del río les esperaba el pequeño gnomo ancianito y sonriendo complacido les comunicó que ya tenía listo lo que les había prometido por lo que sería bueno dirigirse a un claro del bosque donde degustarían el preciado fruto, caminaron un largo rato hasta encontrar el lugar que les pareció adecuado y con cuidado depositaron la enorme ciruela, la observaban fascinados y aunque el propósito era obviamente sacarle toda su pulpa y zumo, no acertaban por donde empezar. Acariciaron su suave piel y la olfateaban como perritos sabuesos haciendo toda clase de exhalaciones, estaban impregnados de su olor y ninguno se atrevía a hincarle el diente.

Yolanda de la Colina Flores
Verano del 2013

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