Los endriagos se disipan
y poco a poco se alejan,
ya no siento su presencia
ni tampoco que me acechan.
Ya puedo mirar tranquila,
bajo la cama y no hay entes
y en mis sábanas serena
puedo yacer indolente.
Me mantengo imperturbable
indiferente al acecho,
impertérrita y amable,
ante seres contrahechos.
No necesito el tabaco
para apaciguar los nervios,
ni la bebida endulzante
para calmar desconciertos.
Hoy los miro de reojo
y ya sé como mermarlos,
los manejo a mis antojos
y con un ¡boo! logro alejarlos.
Yolanda de la Colina Flores
19 de junio del 2016
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