Me encontraba sumergida,
en un charco de ansiedad,
con la chata zambullida,
no lograba respirar.
No era honda la albufera,
era todo un hábitat,
no podía salir fuera,
sin moverme del lugar.
Un cardumen del estanque,
me convidaba a pasear,
pero estaba a contrabranque
y no podía navegar.
Yo creía que era profunda
que seguro me iba ahogar,
más estando sitibunda
bien me la podía abrevar.
Con solo ponerme en pié
el agua bajó al tobillo,
de esa forma al fin logré,
escapar de mi claustrillo.
Yolanda de la Colina Flores
11 de agosto del 2016
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