martes, 10 de enero de 2012

LA CLASE DE SEVILLANAS



Cierto día, camino a comprar una deliciosa y caliente hogaza de pan rústico, se atravesó ante mí un letrero pegado en una puerta de cristal de un Casal que se encuentra en la esquina de mi domicilio “Clases de Sevillanas para Principiantes”, todos los martes de 20:00 a 21:30.

En mi país México, en el ámbito que yo me solía mover, es poco conocido este baile y yo me atrevería a asegurar que nunca antes lo había visto bailar en vivo, ni mucho menos bailar una pieza completa. Sin embargo días atrás una compañera de clase de catalán, originaria de Granada, comentaba que ella las bailaba, que le habían costado un gran esfuerzo e hizo uno que otro lance por el centro de la clase, a mí me parecieron sus movimientos tan maravillosos, que cuando vi ante mi ese letrero no dudé en atravesar la puerta y preguntar por los requisitos para poder pertenecer a dicha clase.

Después de comentarlo con mi querido marido, a quien le pareció la mar de bien el que tuviera por lo menos una noche de esparcimiento y posteriormente al hecho de proporcionar una serie de datos personales ya estaba inscrita, tenía que esperar a que iniciaran las clases y me encontraba con una expectativa tremenda.

Para mi sorpresa y regocijo una compañera de las clases de catalán, originaria curiosamente de Sevilla, Natalia, también estaba inscrita, no pude dejar de sorprenderme que no supiera bailarlas, ella pronto me sacó de mi error, la verdad es que desde pequeña las bailaba, pero a su aire, como le venía en gana, y ahora quería aprenderlas como se debía.

Bueno finalmente estaba ahí en una amplio salón con suelo de parquet y cubierto de espejos por todos lados, un ramillete de lo más pinto variado que os podáis imaginar, adolescentes en ropa casual y zapatos tenis, otras con minifaldas y altos tacones, amas de casa, mujeres trabajadoras oficinistas, pescaderas, carniceras, charcuteras, fruteras o verduleras, aquellas que trabajaban en fábricas todas de diversas provincias de España en fin … y una extranjera, yo.

La maestra una rubia simpatiquísima, blanca como la leche, grande y señorial, con voz fuerte y firme, se presentó, se llama Jimena y entre muchas cosas nos dice que lo que planeamos hacer no es fácil, que ella lo hace desde hace muchos años y que le ha costado mucho trabajo, que además ella practicaba donde fuese, ya fuera cocinando, en la fila de espera del banco o del médico. Yo me imaginé haciendo lo mismo y vino a mi mente cada escena, que mejor dejé de pensar en ello. Después de calcular sus años de práctica… me han quedado unos ánimos, pero no debo desanimarme algo he de lograr, digo yo.

Para empezar me entero que las sevillanas se componen de cuatro partes 1ª , 2ª, 3ª, y 4ª sevillanas y comenzó por enseñarnos por supuesto la primera, las palabras resuenan en mi mente: colocados con el pie derecho delante, salimos con el izquierdo, de atrás hacia delante y comenzamos con cinco pasos de sevillana o “paseillos”, abrimos hacia delante y “pasada” y con cuatro pasos ya estamos del otro lado, frente a nuestra compañera, “paseillo”, cuatro “cruzados”, “pasada”, “paseillo”, cuatro “pasadas”, avanzamos golpe y vuelta a la izquierda y ya está la primera! Alá!, así como si de hacer tortillas se tratara.

Ahí estuvimos, dale que dale y cuando parecía que ya habíamos resuelto el entuerto, pues ya se había terminado la clase, la maestra muy solícita nos dio unos papeles que indicaban cuales eran los pasos de las cuatro sevillanas, yo después de leerlas traté de convencer a mi cerebro que sí, efectivamente estaba escrito en castellano.

Jimena dijo que la próxima clase deberíamos saber los pasos de la primera sevillana de memoria y aunque complicadas, repetirlas como un loro no era nada difícil, el quid de la cuestión era interpretar lo que se quería decir en ello, para el que le interese la transcribí a continuación, si alguien la comprende a la primera, ¡bravo!, por lo que le toca, pero yo le rogaría que la transcribiese a un lenguaje un poco más coherente, para mí por lo menos, simple mortal que soy.

Primera sevillana
Paseillo de cinco pasos (planta izquierda, punta derecha, planta derecha, punta izquierda, planta izquierda)
Paseillo de cinco pasos ( Se repiten los pasos, pero empezando con el pie contrario)
Paseillo de cinco pasos
Paseillo de cinco pasos
Paseillo de cinco pasos
Cruce (golpe derecho , levantar izquierdo y girar a la derecha al apoyar, derecha)
Paseillo de seis pasos (planta izquierda, punta derecha, planta derecha, punta izquierda, planta izquierda)
Paseillo lateral derecha de tres pasos
Paseillo lateral izquierda de tres pasos
Paseillo lateral derecha de tres pasos
Paseillo lateral izquierda de tres pasos
(El paseillo se puede hacer volviéndose completamente el lado correspondiente. Entonces el cruce se hace dándose la espalda)
Cruce
Paseillo de cinco pasos
Cruce (derecha, izquierda, derecha)
Cruce (izquierda, derecha, izquierda)
Cruce (derecha, izquierda, derecha)
Cruce (izquierda, derecha, izquierda)
Vuelta final
( Se termina juntando el hombro izquierdo con el mismo de la pareja y bajando el brazo de ese lado)

Las memoricé y busqué en internet las clases de sevillanas, pero desgraciadamente se parecían poco a lo que había visto en clases; después me explicaron que cada región y escuela tiene sus particular manera de bailarlas. Vistas así las cosas, tendría que esperar hasta la siguiente clase y es esta en especial la que quiero narraros, porque ha sido uno de los momentos más maravillosos de mi vida.

Ahí estábamos todas a las ocho de la noche, algunas aunque iniciábamos las clases, ya se habían mandado hacer sus faldas, todas muy hermosas, mientras llegaba la maestra, unas a las otras enseñaban la primera sevillana.


Por fin llegó Jimena y todo fue gritos y algarabía, esta vez venía acompañada de una mujer mayor que parecía ser poco agraciada, con el cabello corto de color rojizo, que le hacía lucir como un chicuelo, una falda larga y oscura que le cubría hasta los tobillos, dejando ver unas pequeñas botas de ante de piso, similares a las que usaban los antiguos juglares, su rostro no contenía ni un décima de afeites, ni portaba ninguna joya, lo único extraño a su cara eran un par de gafas que hacían lucir sus grandes ojos, aún más grandes de lo normal.

Había una serie de adolescentes diciendo a la maestra que por favor enseñara ya la segunda sevillana, porque ellas ya se sabían la primera, y el estar repitiéndola tanto les aburría, yo me quería morir. Yo por más que buscaba aquí y ahí la manera de practicarla, aún no la sabía ¡y ellas se aburrían de ella!!!!!

Finalmente la maestra dijo que tal vez era la edad, ellas como eran chiquillas, pues captaban todo a la primera, y pues a nosotras nos costaba un poco más. Yo ya sé que a mi edad, no me cuezo al primer hervor, pero de ahí a que se insinuara que había perdido con mi edad un significativo número de neuronas, o que tuviese principios de pérdida de memoria o un incipiente alzheimer no me hizo ninguna gracia.

Tomando un poco de aire, manteniendo la boquita cerrada y contando hasta cien empecé a ver como se daban las primeras instrucciones de la segunda sevillana, mientras en mi alocada cabeza pensaba, si estas fueran clases de jarabe tapatío o sones tamaulipecos ya les iba yo a dar veinte y las malas… mis oídos a lo lejos escuchaban las palabras de la maestra: empezaremos explicando el paso más utilizado en esta sevillana,  el paso se realiza en tres tiempos, se abre pie derecho a la diagonal, se acerca el pie izquierdo al derecho cruzando y saliendo hacia delante, se levanta un poco de atrás, cambiando el peso y se apoya de nuevo el derecho, abriendo simultáneamente el izquierdo para empezar el siguiente con el otro pie, tienen que aprender este paso para que después les muestre los “cojitos” .

Intentamos hacerlo y todo fue un desastre y entre nuestras risas y perplejidad la maestra dijo, ya veo jovencitas que no lo captan tan rápido ¿no? . ¡Volvamos a la primera, vamos formen dos filas por parejas!, lo cual empezamos a realizar lo más rápido que podíamos, como una de nosotras quedaba sin pareja, Jimena se integró a la fila y nos dijo que fuéramos rolando dentro de la fila, de tal forma que cada una de nosotras fuéramos bailando con ella, una a la vez.

Ella iba corrigiendo, a cada una de las que nos tocaba en turno, yo sabía muy bien que aún no dominaba los pasos, y al llegar frente a ella, hice lo que siempre he hecho cuando siento la música, cuando bailo a solas, me dejé llevar por ella y seguí los pasos de quien tenía enfrente, fue como enfrentarme a una ola, o como si estuviese ante un ave majestuosa en pleno vuelo, o a una especie de toro alado, sentía el poderío y el porte orgulloso de mi maestra al bailar, sus miradas, la pose de su rostro, sus manos como palomas hacia arriba y hacia abajo. Yo como pude la seguí en su vuelo y me enfrenté a ella de la mejor forma que mi bagaje de sones de mi tierra me habían legado, al terminar, ella finalmente me dijo: Eres muy lista, sabes seguir a quien te lleve, pero tienes que aprender bien los pasos, porque si te toca bailar con alguien que no sabe, te perderás. ¡La que sigue!

Así estuvimos bailando durante un tiempo, hasta que ella decidió dejarnos solas e ir revisando nuestros pasos sin su ayuda, pero una quedaba sola y entonces dijo a su acompañante, ¡anda acompáñalas a bailar!, y la pequeña mujer se puso frente a mi.

Empezó de nuevo la melodía y ya en su pose me pareció otra persona, lo cual se vino a confirmar en cuanto empezó el primer tiempo para iniciar la primera sevillana, la mujer cambió por completo, primero una hermosa sonrisa inundó su cara sus ojos brillaban denotando que disfrutaba el momento y eran realmente bellos, y al igual que Jimena se convirtió en otro ser alado indescriptible para mí. Ya no existía pequeñez, solo poderío y dominio del arte al bailar, una gracia que le quitaba años de encima, parecía un chicuela de apenas catorce años, con su rojiza cabellera en vuelo la cual parecía haber crecido. Sus pies y manos se movían con una gracia encantadora y su eterna sonrisa te llevaba sin querer a imaginar que vestía como unas regias vestimentas de esas que usan las artistas que bailan sevillanas.

A partir de ahí todos la animaban con sus comentarios y frases de sorpresa, ¡Pero mira como baila!, ¡que regia y majestuosa!, ¡ole, ole y ole!. Ella se crecía, cada vez más y con justo derecho, bailaba como toda una profesional, así que cuando todos preguntaban como era que se movían las manos, ella al mismo tiempo que la maestra intentaban explicarlo, hasta que de repente se oyó la voz de la maestra, ¿Me dejas hablar? ¿y que explique yo, o prefieres que te traiga un micro? A pesar de sus palabras su rostro expresaba una inmensa ternura y dejaba asomar una dulce sonrisa, ambas estallaron en una sonora carcajada.

Pasado el rato y ya recuperadas, Jimena explicó que la pequeña era su hermana mayor, con letras mayúsculas, que ella le había enseñado todo lo que sabía, que la adoraba y que como podíamos ver, pocos seres en esta vida bailaban las Sevillanas como su hermana Pilar. Que la había invitado para que viera hasta donde habían llegado las derramas de su enseñanza y su paciencia y para que todo el mundo supiese quien la había enseñado.

Recuerdo ahora ese instante, un momento por demás maravilloso, al contemplar esas dos hermanas que bailan en forma increíble, porque sin duda he tenido frente a mi a unas de las mejores bailadoras de España y por ello me siento más que afortunada y porque Dios, lejos de mi patria y parte de mi familia querida, me había regalado una de las más maravillosas experiencias de mi vida.

Yo seguiré estudiando, trataré de pasar de la primera sevillana por supuesto, aprendiendo a descifrar las indicaciones, llevándolas de los escrito a la acción,  si las aprenderé o no, no lo sé, pero yo me doy por bien servida, con la maravillosa clase de hermandad que recibí.

Yolanda de la Colina Flores
9 de enero del 2012


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