Como esta princesita,
carece de acervo y léxico,
en su reino ya le han puesto,
un mote nada exquisito.
Unas exiguas palabras,
le salen de su intelecto,
no es que carezca de éste,
le ha dado asueto y descanso.
Y como le gusta la holganza
y el sinónimo abomina,
el ocio la ha encaminado,
a usar puras palabrotas.
La boquita le han lavado,
con un jabón perfumado,
ahora cuando habla la nena,
nadie entiende sus vocablos.
Pues las letras se separan
y en burbujas salen prestas,
y todo el reino se ríe,
de su rara verborrea.
Como no le gusta ser,
bufón de ningún palacio,
ha buscado entre los libros,
un alud de analogías.
Y la niña aprende ahora,
todo sinfín de dicciones,
términos y mil expresiones,
que le muestran diccionarios.
Y así ella expele burbujas
y luego las acomoda,
creando puzzles con las letras
y hace juegos de palabras.
Y ahora nada le importa,
que le digan “palabrotas”,
pues ha aprendido jugando
que maravilla es la lengua.
Y se sabrá las palabras,
para esto y para aquello
y pronto sabrá aplicarlas,
en el preciso momento.
Y así borda las palabras
y las zurce y las remienda,
y entiende que son muy grandes,
aunque no sean palabrotas.
De su boca ya no salen,
sapos, rallos ni centellas,
la experiencia le ha enseñado,
que es sabio comer palabras.
Y aunque ordenando palabras,
todo su mundo parezca,
como un gran rompecabezas,
al derecho y al revés.
Ella se encuentra tranquila,
porque se sabe el refrán:
Las cosas siempre al final,
toman su justo lugar.
Yolanda de la Colina Flores
15 de enero del 2012
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