Capítulo 4
Derramando melaza
Después de cada lugar que
visitaban donde ambas habían comido
algo, hacían siempre lo mismo, se lavaban los dientes, Mirtha empezaba a
cansarse cada vez más de tantos lavados de dientes, pero sabía que si dejaba de
hacerlo, después sufriría las consecuencias de alguna caries en su dentadura o
lo que es peor una picadura que le llevase a una extracción necesaria de algún
diente o muela.
A partir de ahí en cada lugar al
que llegaban siempre pasaba lo mismo, Mirtha comía todos los dulces que a su
paso se encontraba, y por supuesto una gran variedad de ellos salieron a su
encuentro, muchos que ya conocía y otros totalmente nuevos para ella en hechura
y sabores, llegó un momento que se encontraba toda embadurnada de la melaza que
todos los dulces derramaban, tanto que en el suelo se empezó a formar una
especie de gelatina por la cual al
principio caminaban con algún trabajo porque sus pies de vez en cuando quedaban
atrapados por ella, pero ésta se fue endureciendo poco a poco y cada vez se tornaba
más brillante, Mirtha y su querida amiguita seguían probando y probando nuevos
dulces y la gelatina formada de melaza que ellas derramaban crecía y crecía
hasta que finalmente parecía como un suelo liso brillante y resbaladizo.
Sin querer ambas nenas perdieron
el paso y empezaron a resbalar hasta lugares insospechados, de repente
aterrizaban en un bosque de algodones de azúcar o en un plantío gigante de
merengues. En esa vorágine de resbalones unas veces caían en el mullido colchón
de varios brownies apilados en forma de una pequeña montaña o en una gran tarta
de frambuesas o zarzaparrillas. No podían contener la risa y se divertían de lo
lindo, brincaban, aterrizaban, hacían increíbles maromas y saltaban haciendo
saltos simples, dobles y triples, yendo y viniendo de un lugar a otro sin
parar.
De pronto cayeron en un gran
tobogán de gelatina rojo brillante y se fueron resbalando en una pendiente que
parecía no tener final, descendían y descendían hacia un lugar cada vez más
profundo, a su paso observaban los paisajes de dulces y golosinas más hermosos
e inimaginables que jamás hubieran visto, la gran resbaladilla parecía no tener
fin hasta que después de un largo tiempo percibieron que el final se encontraba
cerca y que este terminaba en la chimenea de una casita fabricada de un sinfín
de clases de dulces y golosinas, la nena de pan de jengibre aplaudió y le dijo
a Mirtha:
-¡Viva!, ¡hemos sido invitadas a
la pequeña tienda de confites!, es algo muy especial, no a todos se les permite
entrar en ella, es una tienda muy exclusiva ya que ahí se fabrican los dulces
más selectos ¡de todo el mundo mundial!-
Efectivamente lo que la pequeña
nena decía era verdad, terminado su paseo por el tobogán fueron a parar a
través de una larga chimenea al interior de una preciosa tienda de dulces y
golosinas.
Yolanda de la Colina Flores
30 de julio del 2013
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