Tres lechuzas
invadieron
una tarde mi
morada,
desde entonces
se instalaron
como si fuera
su hogar.
Lo bueno de
este suceso,
es que hablan
sin parar
y lo que suelen
parlar
me hace reír a
rabiar.
Tienen sinfín
de ocurrencias,
chascarrillos,
chirigotas,
cada chanza o
ocurrencia,
es un burla a
conciencia.
Cuentan con
gran agudeza
llenas de
ingeniosidad,
bromean con
gran sutileza
y yo río sin
parar.
Con sus regias
bufonadas
me carcajeo
hasta llorar,
me voy a
destornillar
con sus chuscadas
sin par.
Voy a
descuajaringarme
o a troncharme,
me da igual,
yo no quiero
que se marchen
estas aves sin
igual.
Yolanda de la
Colina Flores
22 de
septiembre del 2015
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