Capítulo 7
La danza de las gominolas
Llegaron a un paraje azul
turquesa que aunque vacío se veía hermoso el cielo era azul como los que Mirtha
conocía pero las estrellas que refulgían en él eran de color rosa, en el centro
del lugar había un hermoso clarinete, la nena de pan de jengibre lo tomó y le
dijo a Mirtha:
-¡Vamos tócalo!-
Mirtha le indicó a su pequeña
amiga que no sabía hacerlo, así que no podía cumplir a sus deseos, más la nena
de pan de jengibre insistía e insistía a la vez que aplaudía con sus pequeñas
manos.
-¡Vamos tócalo!, tu puedes,
¡tócalo, tócalo, tócalo!-
Mirtha tomó entre sus manos el
clarinete lo puso sobre su boca y empezó a tocar y su sorpresa fue mayúscula
cuando se dio cuenta de que efectivamente podía tocarlo, del clarinete emanaba
una bella melodía y a la vez que lo hacía, del suelo empezaron a surgir
gusanitos de gominola de todos colores, sabores y tamaños, en lugar de ojos
tenían caramelos y danzaban al ritmo de la música que ella les tocaba. Al
principio eran pequeñas y la nena de pan de jengibre se comió unas cuantas,
pero a medida que Mirtha tocaba estas crecían cada vez más, pero no era lo
único que crecía, también los cabellos de Mirtha iban creciendo, Mirtha no se
percató de ello hasta que estos llegaron a su cintura, entonces paro de tocar y
preguntó a su amiguita:
-¿Qué pasa, porqué mis cabellos
están creciendo como los gusanitos de gominola?-
La nena le respondió:
-No lo sé.-
Pero, de inmediato pasó uno de sus dedos sobre
los cabellos de la nena y lo llevó a su pequeña boca y entonces feliz le
contestó:
¡Ahora lo sé!, lo que pasa es que
tus cabellos son tan dulces como las gominolas y ¿sabes porque pasa esto? Pues
simplemente porque tienes un alma dulce.
Yolanda de la Colina Flores
30 de julio del 2013
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