Capítulo 4
Pintando todo de fucsia
En las labores de búsqueda todos los integrantes del huerto
participaban, unos más otros menos, de acuerdo a lo que sus aptitudes y múltiples
ocupaciones les permitían, entre todos destacaba la participación de la familia
Remolacha quienes habían ideado un sistema infalible para que en la búsqueda no
pasaran registrando dos veces el mismo lugar o dar círculos sin llegar a
ninguna parte.
La primera noche no se les ocurrió porque en ella no habían hecho
que participara alguien muy especial, una criatura traviesa y avispada a quien
sin querer acabarían agradeciéndole sus escapadas de noche y bendiciendo el
hecho de que aún se chupara un dedo. Este personaje no era otro que Pringue
Remolacha, quien pidió a su hermana mayor le llevara a las búsquedas, ya que a
ella le encantaban las cestitas que Clarita hacía y que cada año le regalaba,
además recordaba con mucho cariño lo tierna y dulce que siempre había sido con
ella.
Como Sanguínea Remolacha se negó a llevarla con ella, alegando que
aún era muy pequeña, la chiquita siempre se escapó por la ventana, siguiendo
los pasos de su hermana mayor. Durante las búsquedas Pringue siempre se ponía
nerviosa al ver que los intentos de encontrarla resultaban infructuosos y su nerviosismo la llevaba a chuparse
el dedo pulgar de su mano derecha y de cuando en cuando lo secaba con las hojas
de los arbustos que se encontraba en el camino.
El segundo día de la búsqueda cuando intentaban marcar en un mapa
las zonas que ya habían rastreado, nadie recordaba a ciencia cierta por cuales
arbustos, árboles y plantas ya habían pasado, hasta que Menudita fue durante el
día a tratar de hacer el mismo recorrido, percatándose que había un maravilloso
rastro fucsia por todos los lugares que habían recorrido, pero… ¿qué lo había
provocado?, en las reuniones nadie se había adjudicado y ni siquiera se había
mencionado tal acción, ¿qué habría pasado y quién era el autor de tan magnífica
idea?.
Con tiento y cuidado Menudita tomó entre sus manos una de las
hojas tintadas y con su dedo índice tomó una muestra de la tintura, el olor le
resultó familiar y quizás por ello acercó más su nariz a la hoja, el aroma fue
tan fuerte e indiscutiblemente la procedencia de ese olor vino de inmediato a
su mente, ¡era el perfume natural de su querida amiga Sanguínea Remolacha!,
pero … ¿porqué no se los había dicho?, ¿por qué durante la reunión se había
quedado callada y no les había comentado tan fantástico hecho?
Menudita movía con impaciencia uno de su pies mientras todos
llegaban y se acomodaban en sus sillas para organizar la siguiente reunión de
búsqueda, cuando Sanguínea llegó a saludarle con dos sonoros besos, esta le
miro fijamente a los ojos, para ver si podía descubrir algo, pero no, la mirada
de su amiga era como todos los días, no había ni un asomo de picardía en ellos.
Cuando a Menudita le tocó tomar la palabra, por suerte fue de las
primeras, porque la impaciencia la carcomía, explicó lo que en sus pesquisas
había encontrado, mirando de cuando en cuando a Sanguínea a quien suponía como
la autora de lo sucedido, pero su amiga permanecía impávida, hasta que de
repente algo cambió y su tranquila faz se tornó en sorpresa, después sus ojos
repentinamente crecieron al triple de su tamaño normal y su boca sin emitir
sonidos adquirió la forma de una soprano de ópera cantando. Poco a poco una de
sus manos que le tapaban las mejillas se levantó y con voz entrecortada dijo:
- Creo saber quien es el autor de tan fortuita ocurrencia-.
Yolanda de la Colina Flores
Pascua 2013
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